La abundancia no me pertenece, pero si la calidad de cuanto me envuelve y me constituye. Como una neblina casi imperceptible, aunque sentida, me hallo reflejada en miradas que me enaltecen, consienten y me conceden guiños entre condescendientes y preventivos.
Siendo, soy lo que fui y lo que con ello voy haciendo; siempre auxiliada por espejos brillantes que estimulan la voluntad de descubrirme en cada gesto y cada acto que me brota o decido, porque la auténtica ceguera no es la de la vista, sino la de la mirada[1].
Así que, rodeada de compasión —en su sentido etimológico—y compadeciendo tejemos redes de manos aferradas que nos sustentan, haciendo válido el supuesto de que nadie es nada sin los otros.
[1] “RELATOS Y AFORISMOS. Lo que no nos mata nos fortalece” Ana de Lacalle. Célebre Editorial. 2019
Maravillosa e incuestionable cita final! Nadie es nada; sin los otr@s. Un cálido saludo.
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