Hallándose en un estado de indefinición sobre sí mismo, como si fuese un funambulista a punto de sufrir un traspiés, y al borde de un lago sombrío y solitario, le pareció oír una voz contundente que dirigiéndose a él le espetó:
-Hoy te diré quién eres. Qué etiqueta te define y cómo debes, en consecuencia, comportarte. Podrás distinguir qué sientes, la causa de tus emociones, tus temblores y tus delirios. Todo cobrará sentido a partir de la categoría que voy a desvelarte. Solo, en el caso de que te resultara insuficiente, podría atribuirte otras categorías que te orienten. Vengo a salvarte de ti mismo.
El muchacho asustado ante esa voz que no procedía de ente alguno, pero cuya presencia era indudable, susurró:
-Gracias. Tan solo me asalta una duda: ¿Y mi libertad? ¿Y mi capacidad de ir descubriéndome y construyéndome y deconstruyéndome?
La voz, casi molesta por esa reacción irreverente y desagradecida, teniendo en cuenta el peso que estaba a punto de quitarle de encima, nada más y nada menos que el de acotar su identidad, le respondió:
-La libertad es una quimera que nos tranquiliza, o ¿acaso tú has hecho algo por ti mismo hasta ahora sin saber quién eres? Deberías ver claro que lo fundamental es la identidad y que tu margen de libertad consiste en cumplir lo que las categorías que te definen presuponen.
El chico, algo cohibido, agachó la cabeza y asumió agradecido lo que la voz omnipresente le comunicaba. Para acabar sumiso diciendo:
-Seré quien se supone que tengo que ser y así actuaré. Gracias.
La voz cobró silencio; un silencio que se hacía casi sonoro por lo absoluto que era. El chaval se quedó esperando la consigna, las instrucciones, sin osar mover ni un músculo de su cuerpo hasta no tener directrices claras sobre cómo debía moverlos.
Mientras, sin que nadie pudiera oírla, la voz se relamía y carcajeaba pensando que otro más había caído en esa trampa identitaria. Ya no sería un posible elemento discordante, porque una vez le hubiese enjaulado en su etiqueta restaría preso de una identidad falaz y estática, que lo tendría sometido para el resto de su vida. Así iba, poco a poco, mellando la libertad de los humanos que habitando un mundo de incertidumbre y desconcierto necesitaban una especie de dios que les marcará el camino.

Gracias!!!!
Me gustaMe gusta
No sé por qué pero me sentí aludido en mi multiplicidad…Estos filósofos no saben lo que descansar implica…Sorry mi otro Yo que se deja provocar por su paranoia galopante…besos al vacío desde el vacío
Me gustaLe gusta a 1 persona