RELATO: «EL HOMBRE EPIDÉRMICO». Relatos y Aforismos. Célebre Editorial.

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Servían cerveza hasta las cuatro de la madrugada y eso les permitía sustituir el día por la noche, una permutación sosegadora en circunstancias especiales. Dani vagaba orgulloso de su raro compañero nocturno que, aunque despertaba espanto y casi horror entre aquellos que lo observaban, podía presumir de ser diáfano, transparente y asumir una perspectiva de la vida propia, y por ende, probablemente apropiada. No hay que negar que a Dani también le costara acostumbrarse a ese modo de entender la vida, aunque sin duda admiraba el coraje y la valentía que destilaba su amigo. Rony, por su parte, puso todo su empeño en clarificar y procurarse la comprensión de la única persona que había intentado aproximarse a él, sin huir precavido por su extrañeza.

Rony Torques tenía 34 años. Su paso por el mundo había sido como una película de terror, aunque como dicen que la realidad supera a la ficción, podríamos decir que no era exactamente terror, sino lo siguiente. Rescatado de un vertedero de basuras con seis meses, hijo de los servicios sociales de la ciudad durante toda su infancia y adolescencia, y posteriormente lanzado a las calles para que desarrollase su mayoría de edad, ya que como era comprensible, la administración de lo público no podía hacerse cargo de él una vez que su deber era contribuir a financiarese heraldo.

Huérfano de afectos y de referentes se había edificado interiormente entre el desamparo y la indiferencia, eso sí protegido formalmente por los derechos a la educación que todo infante tenía garantizados. Esto despertó en él una acuciante inquietud existencial sobre el sentido de la vida social, las formas institucionales y los derechos, de facto, de las personas. Desazón crucial que nunca fue satisfecha. Estas adversidades lo hicieron apto para la supervivencia en solitario, aquel fatídico día en que las autoridades competentes decidieron que ya podía valerse por sí mismo, aunque no dispusiera de empleo ni de cobijo alguno. En estas particulares circunstancias conoció a Dani.

Habían pasado unos cuantos años, pero ambos recordaban, sin resquicio ni duda alguna, la lucha de Rony por encontrar el hueco que debía corresponderle en la sociedad: las entrevistas de trabajo, el taller abandonado en el que se alojó, en principio provisionalmente, y el rechazo persistente en las empresas cuando constataban que procedía de la tutela del gobierno y no tenía familia conocida. Dani no podía reprocharle falta de tenacidad y anhelo, ni que no hubiera tenido paciencia propia de Job. Pero, como Rony sentía en su desesperación, todo tiene un límite, cuando el rechazo y la marginalidad social los llevas grabados, como si de una litografía se tratase, en la frente.

Una tarde de verano, cuando cansinamente consumían una “litrona” entre ambos, Rony tomó la palabra:

—He tomado una determinación, después de reflexionarlo mucho.

—¿Qué determinación? ¿De qué hablas?

—Hablo de alguna salida viable a mi situación. Desde que dejé el tutelar de menores no he avanzado nada, más bien diría que he retrocedido. Llevo tres años sin trabajo, sin casa y sobreviviendo refugiado en un taller decorado de escombros –tenía un cierto sentido de la ironía– y haciendo chapuzas que tú me facilitas con tus contactos. Esto, para mí, es un retroceso porque la experiencia me dice que, con mi escabrosa historia, eso de integrarme en la sociedad no es más que una falsa entelequia, que me han inoculado, para legitimar mi salida del centro de acogida.

—No es un buen momento para nadie, Rony, piensa en la crisis y la tasa de paro que hay.

—Sí, pero es que mi vida tiene lugar ahora, no de aquí a diez años, y, o consigo sobrevivir ahora o la excusa de la coyuntura económica no me sirve de nada.

—Lo sé. A ver, aclárame eso de la determinación que has tomado.

—Creo que una posible salida es que me muestre ante los demás del revés. Al igual que una camiseta o un jersey pueden estar del derecho o del revés, nosotros nos vemos los unos a los otros del derecho. Esta perspectiva nos da una imagen distorsionada de lo que auténticamente somos, porque muestra una apariencia grata para el contacto con los otros, pero no deja de ser un ocultamiento de nuestro ser que tiene una función meramente adaptativa. Está claro que en mi caso no es así, ya que mi aparecer deviene una incomodidad, un incordio que la gente tiende a eludir; por eso creo que si dejo ver mi interior, si me muestro del revés, los demás no solo verán a alguien con un historial poco deseable, sino que verán las heridas, el desgarro y el sufrimiento que ese recorrido vital deja a su paso. Me verán como una persona digna al menos de compasión; aunque pueda resultar algo mezquino por mi parte, no es así, sino que lograré que vean más allá, que me perciban como a una persona con su sensibilidad y sus emociones, con sus limitaciones, pero también con su voluntad de avanzar y sus capacidades; no como alguien de acero, frío, desconfiable, sospechoso, que es capaz de aguantar el desprecio reiterado de todos.

—Eh…, espera, déjame pensar.

Dani se quedó estupefacto. Nunca había oído nada semejante. ¿Una persona del revés? Le vino a la mente que su amigo quizás había leído demasiados relatos de Kafka. Pudiera ser que la idea no estuviera mal enfocada, pero ¿cómo podía uno elegir si se mostraba del revés o del derecho? También se le ocurrió que el padecimiento había desquiciado a Rony y que no expresaba más que un delirio destinado a sostener su esperanza. Pasados unos minutos, y viendo la mirada suplicante de su amigo, decidió que lo que no podía hacer era dejarlo solo; así que seguiría su delirio hasta que este se mostrara incongruente con la realidad misma y Rony se viera obligado a despertar del sueño.

—De acuerdo, estoy contigo y te apoyaré. Solo una pregunta: ¿qué piensas hacer para mostrarte del revés? —Aquí pensó Dani que su compañero se encontraría con el primer escollo.

—Eso no es algo que uno pueda hacer de forma instantánea. Lo vas decidiendo en cada palabra y cada gesto, una vez posees la convicción de quererlo. A partir de ahora no habrá formalismos sociales ni conductas o respuestas más o menos evasivas por mi parte. Seré transparente, y en la medida en que lo sea y vaya mostrando mi interior, este se exteriorizará y me iré mostrando del revés, es decir como soy en realidad. Confío que esa honestidad dé a las personas las garantías suficientes para creerme merecedor de una oportunidad, de tener un puesto de trabajo que me permita vivir y pagarme una vivienda.

—Bien, entonces, de momento, ¿tenemos que seguir como siempre?

—Tú sí, Dani, gracias. Lo que debe cambiar es mi actitud y verás cómo van sucediendo cosas diferentes.

Se dieron un abrazo y se despidieron hasta el día siguiente. Dani, muy entristecido por la convicción, cada vez más certera, de que Rony estaba trastocado y que eso parecía ser lo que el sistema social perseguía: situarlo en el abismo, al borde de la locura para justificar su exclusión y desentenderse de gente como él. Lo único que estaba en sus manos era acompañarlo, con paciencia y estima. Si la situación se agravaba ya pensaría en otras alternativas, pero de momento no concebía más alternativa que hacerse cargo él mismo.

Fueron transcurriendo los días, los dos amigos mantenían sus encuentros con la periodicidad habitual, aunque con una especial atención y observación por parte de Dani, que intentaba disimular ante Rony, mientras, con sutileza, se afanaba en captar cómo evolucionaba la anunciada conversión de este. Lo curioso fue que no hubo ningún acontecimiento extraordinario, todo parecía sucederse con la monotonía habitual. Tal vez alguna reacción de Rony un tanto fuera de lugar. Hasta que un día, como cualquier otro:

—¡Rony! Tienes en la espalda algunos rasguños, ¿en qué selva te has escondido y con quién? Ja, ja, ja.

—A ver, voy al espejo. ¡Sí! Pues no sé dónde ni con qué me he hecho esto. Te aseguro que no he modificado mi ruta. Tampoco recuerdo haberme rasgado la espalda con nada. Voy a mirar las sábanas. Soy capaz de tener una rama envuelta entre la manta y no haberme enterado.

—¡Seguro!

—No hay nada, Dani.

—Bueno, ahora que lo sabes, estate más atento. Quizás algún jersey te ha producido alguna reacción alérgica. Vete tú a saber, cualquier tontería.

—Sí.

Cuando se hubieron despedido, al cabo de un par de horas, Rony no había conseguido sacarse la cuestión de los rasguños de la cabeza. Así que procedió a desnudarse y a inspeccionarse el resto del cuerpo. Su sorpresa fue comprobar que ese tipo de herida incipiente le estaba apareciendo por distintas zonas del cuerpo. Ahora ya se observaba dos en la frente. Tal y como nos quedamos todos bajo una ducha templadita, se sentó en la caja forrada más cómoda que tenía, se puso unos cojines que hicieran la función de espaldero e intentó conseguir un cierto grado de serenidad. Se le ocurrió que el fenómeno que se estaba produciendo en su piel no era un problema de rasguños epidérmicos. La disparidad de las zonas afectadas, sin que él tuviera noción alguna de episodios de disputa que pudiesen producir esas heridas, lo indicaba. La causa parecía más profunda, interna… entonces le vino una idea algo desvariada: este era el resultado de mostrase del revés. Obviamente no funcionaba como él había previsto, ya que pensó que conseguiría mostrar su alma, no su cuerpo desfigurado por las heridas internas. Esto último era lo que, en realidad, estaba sucediendo. Conforme él se mostraba más honesto y transparente, y abandonaba los formalismos sociales, quedaba al descubierto su fuero interno, pero de una manera algo distinta a la que él había imaginado. En lugar de visualizarse un alma en pena, lo que irían viendo los demás sería un humano desfigurado y convertido en monstruo por las heridas de la vida. Pero esta apariencia no cumplía el objetivo que él buscaba, porque de hecho no acertaba a mostrar lo auténtico de sí mismo. Su idea de mostrarse al revés pretendía que los otros no se ahuyentaran al conocer su historia y le dieran la oportunidad de demostrar que podía integrarse en la sociedad. La manera en que se manifestaba este mostrarse del revés solo podía contribuir definitivamente a su ostracismo social. Ahora sus problemas se habían agravado.

La única persona con la que podía contar era Dani. Tenía que apostarlo todo a una sola carta. Si siendo su amigo, conociendo sus vicisitudes y su proyecto, la reacción al verlo más deteriorado era de repulsión, para Rony quedaba demostrado que su intento de cambiar la situación de aislamiento y marginación que padecía había fracasado estrepitosamente. El curso de los acontecimientos se precipitaba hacia un porvenir muy turbio.

Así, decidió aplazar algunos días su próximo encuentro con Dani, aduciendo diversas excusas, para que su deterioro fuese más evidente. Llegado el día, se citaron como solía ser habitual en el taller de Rony. Este esperaba acomodado encima de una caja, que hacía las funciones de silla, y protegido con una manta. Su amigo era de los que no acostumbraban a retrasarse. Al internarse Dani en el taller, y ver a Rony de espaldas, quiso saludarle con un susto. Se abalanzó sobre sus hombros emitiendo un sonoro ¡uh!, que a medida que Rony fue girando el rostro se fue transformando en un grito de horror propio, que le impulsó a retroceder contra la inercia que acarreaba su cuerpo y sufrir una caída algo aparatosa.

—¡Rony!… ¿qué te han hecho? ¿Quién ha sido? ¿Por qué no me llamaste? No te había reconocido.

—Hola, Dani. Siento haberte asustado. Ya sabes quién me lo ha hecho y cuándo. Lo que pasa es que antes estaban por dentro, ahora al dejarme ver del revés se han hecho visibles todas mis heridas internas. ¡Qué paradójico, fui víctima de monstruosidades, pero el monstruo parezco yo! Quizás siempre fue así. De todas aquellas personas que acabaron cometiendo salvajadas o actuando sin piedad, que dijimos que no eran ni humanos, posiblemente no llevaban más que las huellas del mal recibido en sus entrañas, y nadie concibió que no pudieran ser sino malvados por naturaleza ¿Qué crees que pensarán de mí los demás cuando vean este cuerpo desfigurado por el mal, padecido, no cometido, identificándolo con la maldad en sí?

—Rony…, no sé qué decir, pero debe haber una forma de revertir esto.

—Yo no puedo regresar al antes, de donde ya he llegado y vivir como si nunca hubiera estado. No te aflijas. Buscaba la autenticidad, la propia, en ese sentido puedo estar satisfecho. Se me ocurre que podrías venir esta noche, saldremos a tomar unas copas —puedo pasar más desapercibido—, ahora sería más comprometido.

—Como quieras, pero a mí no me importa ir contigo por la calle a plena luz del día…

—¡Tranquilo! Es por mí, no es por ti. No vemos luego, amigo.

Servían cerveza hasta las cuatro de la madrugada y eso les permitía sustituir el día por la noche, una permutación sosegadora en circunstancias especiales. Dani vagaba orgulloso de su raro compañero nocturno que, aunque despertaba espanto y casi horror entre aquellos que lo observaban, podía presumir de ser diáfano, transparente y asumir una perspectiva de la vida propia, y por ende, probablemente apropiada. No hay que negar que a Dani también le costara acostumbrarse a ese modo de entender la vida, aunque sin duda admiraba el coraje y la valentía que destilaba su amigo. Rony, por su parte, puso todo su empeño en clarificar y procurarse la comprensión de la única persona que había intentado aproximarse a él, sin huir precavido por su extrañeza.

Esa noche iba a ser especial. Desde que ambos tuvieran conciencia del cambio físico que se había producido en Rony, aunque sin hacer partícipe de sus disquisiciones a Dani, el nuevo monstruo externo no cejó en su empeño de encontrar la salida más digna para una vida que otros se habían empeñado en ningunear. Acudieron a la terraza de un bar de copas y, nutriéndose del aire fresco que casi jugueteaba entre el mobiliario externo del bar, se acomodaron en sus respectivas sillas y dejaron su mente volar:

—¡Qué bien se está aquí descansando al lado de un buen amigo! —expresó con total inhibición Rony.

—Sí… de alguna manera, a veces, te envidio.

—¿A mí?

—Sí, no veo a nadie más en nuestra mesa, sería algo anómalo.

—¿Por qué?

—Tú has tenido la valentía de vivir tal y como eres auténticamente. Yo, por el contrario, me paso el día adaptándome al tipo de persona que todos esperan que sea, fingiendo ser quien no soy, deseando que llegue el momento de estar contigo para poder expandirme y, sin ningún tipo de cautela, ser. Te envidio porque vivo una vida que no es la mía. De eso estoy seguro, pero casi no sé qué vida querría vivir.

—Bien, siempre puedo dejarte por unos días mi nuevo look, a ver cómo lo llevas.

(Sonrieron, medio desganados, al unísono).

—Dani, todos cargamos con la extenuante tarea de mantenernos fieles a nosotros mismos, no es nada fácil. Tampoco lo es, o lo ha sido para ti. A mí, como de entrada me han despreciado, he contado con cierta ventaja porque no he tenido que renunciar a nada, pues nada tenía.

—Puede ser.

—De todas formas, ya que nos hemos puesto de un trascendente que parece irreverente abandonar, aprovecho para decirte que yo no quiero ser de otra manera. Es decir, no voy ni a intentar ponerme del derecho, y tú sabes, tan bien como yo, que esta no es forma de vivir esta vida, que no está pensada para gente como yo.

—Vale, Rony, dispara, que nos conocemos.

—Pensaba decírtelo al final de la noche, porque deseaba que fuera especial, pero las cosas han surgido así.

—De acuerdo, dime.

—Me marcho.

A Dani se le paralizaron todos los músculos del cuerpo, incluso tuvo la vaga sensación de que no podría llevar a cabo la siguiente inspiración que por ritmo respiratorio le correspondía. Le parecía obvio que, tras las palabras introductorias de Rony, “ese marcharse” no significaba a otro lugar. No obstante, y conforme conseguía recuperar su estado habitual, repuso con la intención de ganar más tiempo para pensar:

—¿Adónde?

—Dani, sabes perfectamente que no me voy a lugar alguno. Ese irme no tiene un sentido físico. He decidido que mi vida ya ha dado de sí todo lo que podía dar. He llegado a mi fin. Después de mostrarme tal y como soy a los demás, y que la incapacidad de mirar de frente el dolor y el sufrimiento haga de mí una persona insoportable, no tengo otra opción, debo irme. Primero por mí, ya he tenido bastante, después porque no soy la única muestra de dolor y padecimiento injustas vivas que quedan sobre la tierra. A mí pueden obligarme al encierro con su desprecio, por considerarme un monstruo, pero bajo el cielo, sobre la tierra, en cada esquina quedan heridas más sangrantes que las mías que se filtrarán por sus conciencias y no les dejarán dormir. Yo ya hice lo que pude. Soy la ilusión de que el mal puede ser eludido, pero solo soy una ilusión.

Entre lagrimones que dificultaban distinguir los rasgos del rostro del único amigo, y además fiel, que Rony había encontrado, se oía un sollozo primario, básico, nada impostado. Cuando pudo articular la voz, Dani solo sabía repetir:

—¡Me voy contigo, me voy contigo, me voy contigo!… ¡me voy contigo!…

A Rony le pareció, al principio, que aquello no era más que un mantra infantil, fruto de la separación que se avecinaba. Puso todo su esfuerzo en calmar y serenar a su hermano, ya más que amigo. Se mantuvieron juntos, enredados en el aire cada vez más agresivo y en la agradable nebulosa de una copa de alcohol consumida lentamente tras otra.

Alrededor de las cuatro, cuando las persianas del local avisaban del cierre inminente, se dirigieron al taller. Como si todo hubiese sido pactado previamente, Rony convirtió su camastro en dos y duplicó todos los enseres que tenía previstos para su viaje. Lo tenía muy bien meditado. Ya había sufrido bastante y este no iba a ser un proyecto fallido. Así es que, y habiendo entendido que Dani quería acompañarlo, disponía de material suficiente para asegurar el éxito de ambos.

La partida sería placentera, el trayecto les llevaría a la inconsciencia y, al final, tal vez la nada. No dejaron ningún escrito que atestiguara su acto, ni sus motivos, ni sus pretensiones. Si alguien descarnado en vida había sido relegado a la oscuridad ¿no sería acaso morbosidad el deseo de conocer los entresijos de un suicidio de pareja?

Su marginalidad les permitió marcharse en silencio y sin ser observados.

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