CONTRA LA GUERRA -todas ellas-

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He escrito una diversidad de artículos sobre los vínculos humanos porque considero que son el nódulo de la comunidad política justa. Esta aseveración, con la contundencia que la inserto, se justifica nítidamente si consideramos que, desde los primeros vínculos a los que se van forjando a lo largo de la existencia lo que estamos gestando, son los modos de vida posibles en una sociedad determinada por otros factores. Estos últimos son la economía neoliberal y la globalización que despojan a los Estados de las decisiones últimas sobre políticas económicas, y que está dando lugar a nuevos conflictos y tensiones geopolíticas que desconocemos hacia dónde nos conducirán.

Es cierto que, siempre que hablamos a nivel global, nos sentimos partículas insignificantes en un macrocosmos que puede prescindir de cada uno de nosotros sin que nada se altere. Sin embargo, si hay alguna posibilidad de que los cambios que inexorablemente acontezcan tomen un curso en el que se garantice cada vez más la libertad y la diversidad de formas de vida, esta será construyendo nuevas maneras de vincularnos los unos con los otros, sintiéndonos parte de una fuerza de resistencia que lucha por vivir de la manera más humana posible. Esta forma mencionada posee multiplicidad de rostros que deben poderse mostrar, ver y respetar sin que peligre la supervivencia de los que se apartan del monolítico discurso que impera.

Así, las relaciones humanas son el lazo que une y otorga fortaleza a una forma de vida resistente a lo que viene impuesto como lo más deseable. Si la comunidad es una red de apoyo, de vínculos comprometidos que se fundan en un nosotros, como única réplica del yo-otros, la base sobre la que intentamos que el cambio del tipo de sociedad sea de raíz, será más sólida cuanto más interioricemos que en la vida no somos nada sin los otros, y que juntos podemos hacer posible, al menos una resistencia fuerte contra un tipo de sociedad en el que cada uno de nosotros ha pasado a ser una ínfima parte sin valor relevante en el contexto de las políticas globales.

Hay muchos ejemplos de este desprecio de la vida de cada humano, pero si queremos detenernos en algunos podemos remitirnos a la diversidad de genocidios que se han llevado a cabo desde el holocausto -cuyo reconocimiento llevó al lema “nunca más”, inicio de la posverdad-, las guerras decididas desde despachos por intereses económicos, prescindiendo de que a la guerra siempre va quien no decide nada, no tiene voz ni voto, es decir nos-otros.

Los mecanismos de manipulación, la tradición acrítica y otros factores, pueden llevarnos a creer que el enemigo es quien convive con nosotros. Sin embargo, si analizamos en profundidad cada conflicto nos apercibimos de que, en realidad, no tenemos de fondo nada contra el que habita nuestro barrio, nuestra ciudad, sino que azuzados por los que ciertamente deciden, creemos que hay razones de peso para iniciar una guerra. La cual, como bien sabemos solo conlleva el horror, el terror, las pérdidas, la culpa y el desastre económico para los menos favorecidos de cada Estado.

Quizás, de todas las resistencias que necesitamos exteriorizar, la más relevante es la de negarnos a aniquilarnos los unos a los otros en nombre de una nación, que acaba siendo el interés por la riqueza en materias primas, en el comercio o en ser un lugar estratégico en relación con supuestos enemigos de los mandatarios. Ser objetores de conciencia ante toda guerra, cuidar al otro, reconocer nuestra interdependencia y el poder que juntos tenemos es la mejor manera de preservar vidas, formas diversas, y de boicotear matanzas de las que ya tendríamos que estar saturados, hartos y ver que carecen de sentido.

Alguien pensará que soy pacifista. No me siento a gusto con etiquetas que pretenden congelar mi forma de ser en continuo devenir; tan solo sostengo que el que decida la guerra que vaya él. Que los ciudadanos podemos negarnos masivamente a participar de ninguna, legitimados y con la convicción de que solo los vínculos que nos llevan a cooperar y velar los unos por los otros, pueden orientarnos a algún porvenir deseable. Y sufrimos desastres naturales de dimensiones impensables como para ir, además, haciendo la guerra los unos contra los otros.

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  1. Ojalá estas ideas calaran en todas las almas, pero… Podemos imaginar casos en que la guerra sea lícita? Existen bienes superiores que deban protegerse con cualquier medio, incluso con el más terrible? Mientras personas piensen afirmativamente esta perdido.Luego, como seres manipulables que somos y tan olvidadizos que desaparece el dolor de generaciones pasadas, estamos condenados a caer en los mismos errores. La guerra es el último peldaño de una escalera que se ha subido poco a poco a base de acciones alimentadas por partes de la idiosincrasia del ser humano (egoismo, soberbia, codicia…). Hay que evolucionar mucho todavía…estoy pesimista hoy, un afectuoso saludo.

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