Madres -relato-

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La casa materna siempre estuvo en ruinas. Funcionó como un útero eficaz para hacer posible la vida, pero desde el momento en el que los recién nacidos vieron la luz, todo se volvió oscuridad, una espesa niebla irrespirable en la que los bebés aprendieron a sobrevivir.  Una madre con cuerpo, pero ausente. Ensimismada en su laberinto mental del que nunca supo escapar. Tiempo después, los niños revoloteaban cuidadosos de no molestar, inhibiendo su presencia o haciéndola patente para satisfacer las necesidades maternales. Una madre que no lo era.

De adultos, las recatadas criaturas fueron madres y padres. Especialmente, las que pasaron por la experiencia de gestar en su interior nuevas vidas y se hallaron con sus bebés indefensos, sintieron el abismo como una amenaza inquietante. La letanía interior que las torturaba rezaba incisivamente: no seas como mamá. Y eso fue por lo que lucharon.

Se volcaron en cuerpo ya alma al cuidado de sus hijos. Renunciaron a cuanto ellas necesitaban para estar presentes y disponibles siempre para ellos. Los cuidaban con esmero, jugaban como niñas con sus niñ@s restregándose por el suelo, cantando, representando cuentos que les demandaban. Si los deberes del colegio representaban una dificultad, hacían de maestras entregadas pacientemente al aprendizaje de sus hij@s, reaprendieron la forma de leer y escribir, de sumar, restar y dividir, En síntesis, se entregaron a la responsabilidad de ser madres, que también trabajaban, con todos los recursos que intuyeron y con todo su ser.

Para bien o para mal, la maternidad no es un listado de normas a seguir. Cada una lo es como puede, y cada hij@ es un mundo distinto por descubrir. Así que cuando cada uno empezó a florecer y a ir formándose como una personita diferenciada y única solo les quedaba seguir siendo madres que procuraban acompañarlos en ese difícil camino de crecer, amándolos más que a sí mismas, sin haber interiorizado en qué consistía exactamente eso.

Sin embargo, allí estaban. Soportando recriminaciones, esas que todos los hij@s necesitan hacer a sus padres para distanciarse y crecer, esas que ellas tampoco pudieron hacer, porque para separarse es necesario haber creado un vínculo materno-filial que nunca vivieron. Mas, continuaron en pie, a veces no entendiendo lo que estaba sucediendo, dejándoles ser o intentándolo y sintiéndose un fracaso como madres porque no habían sabido ser las madres que sus hij@ decían que necesitaban. Madre helicóptero, protectora, y una serie de reproches que los hij@s no parecían tener conciencia a quién se lo hacían, ni el vacío abisal del que sus madres provenían.

La vida es así de cruel y paradójica, y se volvieron a sentir niñas enjuiciadas por no ser lo que debían ser: en el origen madre de su madre, después madre de sus hij@s, y finalmente niñas que lloraban por las esquinas en silencio, ya de muy adultas, por no haber tenido una madre, fuera como fuese, pero que en algún aspecto pudiesen haber sentido que tenían madre. Para dejarse amar, para reprochar lo que les asfixiaba de su propia madre, y por último para poder agradecer lo que hizo por ellas. Ser madre no es únicamente gestar y parir, lo más complejo viene después, lo más exigente y lo más generoso.

Bien o mal, habían ejercido de madres, y solo eso esperaban que fuese recibido por su hij@os, pero no parecía ser así.

La única decisión irreparable en la vida es ser madres o padres y, a pesar de su oquedad interior, intentaron darles a sus propios hij@s lo que no tenían, intuyendo que ser madre era con seguridad lo contrario de lo que ellas habían recibido. En consecuencia, actuaron y se desvivieron. Sin embargo, llegaron a la constatación de que su esfuerzo había sido en vano, que no se puede ser una madre perfecta, como nada hay de perfecto en este mundo. Sus carencias no les ayudaron, su intento de no verse en el espejo como su madre, tampoco mucho. Así es que hundidas en la desolación se limitaron a dejar en manos de sus hijos que manifestaran lo que esperaban de ellas. Aquí la ambigüedad y la ambivalencia se hizo presente, porque expresaban no querer lo que luego de facto demandaban. Y es que ser hijo y crecer tampoco debe ser fácil, pero ellas tampoco lo habían experimentado, y al final solo deseaban que su descendencia se apercibiera de la nada de la que provenían y el dolor que les causaba no ser lo que ellos necesitaban o esperaban.

Probablemente a sus hijos, si fueron madres o padres le sucedió algo similar y esa rueda que gira siempre tropezando en escollos diferentes, pero obstáculos al fin y al cabo, no cesará mientras haya humanos que quieren ser lo mejor para el otro proyectándose en él, y dando lo que no necesitan y escatimando lo que hubiesen anhelado.

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