¿Se puede vivir doliéndose, lamentándose?

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El ser humano es carencia, es decir, deseo insatisfecho. Su condición es anhelar; es más, hacerlo erróneamente a menudo. Si no puede aceptar su finitud, tampoco puede asumir sus límites y, por ende, desea lo que no le satisfará, aunque lo consiga. Su voluntad es ciega, desea porque si no dejaría de ser, sin embargo, ese Deseo que saciará relativamente su ansia, no es otro que el deseo de sentido. Mientras el humano se distraiga deseando cosas, nunca dejará de ser una insatisfacción, una carencia.

Sobre esta cuestión, Schopenhauer aportó una extensa reflexión -su obra magna[1]– que puede orientarnos en este anhelo de profundizar. En un fragmento afirma:

“Todo acto verdadero, auténtico, inmediato de la voluntad es, al mismo tiempo y sin mediación alguna, también un acto fenoménico del cuerpo. Así, toda acción sobre el cuerpo es también influencia sobre la voluntad; cuando es contraria a la voluntad, se llama dolor, y bienestar o placer cuando es conforme a ella.”[2]

Fijémonos que el hacer, el acto, dice el autor que surge inmediatamente de la voluntad, es siempre del cuerpo ya que somos materia; aún más la voluntad y la acción son uno y lo mismo, ya que el impulso dinámico que nos mueve como cuerpos es esa voluntad deseante que se materializa en la acción, en el hacer. No cabe desear y simultáneamente no actuar para obtener lo deseado.

De tal manera que, como apuntábamos al inicio, el humano es carencia si el deseo no se satisface, es decir sentimos dolor; y si es, al contrario, placer o bienestar. Sin embargo, un cuerpo que continuamente desea no puede más que hallar negativas, insatisfacciones. Por ello, el humano es un ser carente y a veces relativamente satisfecho. Nietzsche, quien en un principio recibió el influjo de Schopenhauer, llega a afirmar que la voluntad es como el principio vital del cuerpo de tal manera que antes que no desear, no-ser, prefiere desear la nada. Esto puede parecer un absurdo, sin embargo, se entiende solo si basándonos en que, para el mismo Schopenhauer, la voluntad es voluntad de vivir y sin ella nuestros cuerpos decaerían, si no hay nada, antes que perecer deseo la nada, el vacío de sentido, el nihilismo, y aquí hemos retornado a Nietzsche.

Como posible objeción, a ambos autores, es que el Deseo que parece no sentirse nunca satisfecho es el Deseo de Sentido. Que haya deseo, no significa que haya realmente un sentido que descubrir y anhelar. Sin embargo, este ímpetu nunca satisfecho sería el que ha dado lugar a una multitud de ficciones que puedan funcionar como verdades, que sacien esta necesidad tan incrustada en lo humano aquí hemos vuelto en cierto sentido a Nietzsche-.

Carlos Javier González Serrano afirma que:

“No otra cosa era para Schopenhauer la filosofía: un sistema racional que explica cabalmente cuanto acontece, cuanto vemos y escuchamos, cuanto presenciamos, pero, sobre todo, cuanto padecemos. Y es que la gran pregunta sobre la que gira la reflexión schopenhaueriana es el porqué del dolor, de la enfermedad, de la crueldad, de la desigualdad, de las aflicciones, de los tormentos de la conciencia y, en definitiva, de la desdicha y el sufrimiento”[3]

Y, aquí, completaríamos, de la falta de algo que dé sentido a un dolor que se nos presenta inútil, fútil, gratuito. Un dolor sin sentido es más intenso, más insoportable, aunque, tal vez, como declaró Chantal Maillard en una entrevista “el dolor no tiene sentido”[4], y ese es el principal reto y obstáculo que debe asumir el humano para sostener su existencia, y no solo subsistir sino lograr vivir.


[1] A. Schopenhauer El mundo como voluntad y representación. Ed. Gredos.

[2] Ibid. Vol. I pp. 134

[3] Schopenhauer, Parábolas y Aforismos. Introducción y edición de Carlos Javier González Serrano. Alianza Editorial, 2018. PP. 28.

[4] https://www.youtube.com/watch?v=x-QnU812emo

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