Los humanos nos habitamos el mundo; siendo el agente de un destrozo sin vuelta atrás de la naturaleza, hemos provocado tal metamorfosis que no hallamos ni lugar para nosotros mismos. La naturaleza era, el mundo es nuestra apropiación de ella. La forma en que hemos pretendido hacerla más adaptable para nosotros, sin tener conciencia hasta hace relativamente poco de que nuestra injerencia estaba causando estragos que ponían en peligro la supervivencia del planeta.
Sin embargo, esta constatación, que unos han defendido y muchos han puesto en cuestión, no ha impedido que continuemos devastando el entorno para nuestro propósito. Las cumbres sobre el cambio climático son ya infructuosas porque los acuerdos que se logran sobre el papel quedan en palabras escritas. Al menos, sustancialmente, es decir, actuando con contundencia para revertir o detener esa situación.
Los intereses económicos, el funcionamiento del neocapitalismo y la avaricia y codicia humana son un muro infranqueable. La perspectiva de lo que las generaciones inmediatas van a encontrarse y contra lo que van a tener que luchar no importa a los que tienen el poder de detener esta debacle. Mientras, en lugar de poner todos los esfuerzos en sostener el equilibrio planetario, seguimos invirtiendo en armas para matar a los que algunos deciden que sobran, como si fuesen cosas sin valor. Además, estamos volcados en el desarrollo de la biotecnología, la inteligencia artificial sin tener una perspectiva clara de hacia dónde va a llevarnos, y si estas nuevas tecnologías van a contribuir o no a lo que debería ser nuclear: el mantenimiento del planeta y de la vida -una digna- para todos los humanos.
Lo expuesto anteriormente constituye una pulsión utópica que no podemos dejar de recordar, pero que bien sabemos que no es un camino por el que desean transitar los que tienen el poder de hacerlo -las grandes economías, multinacionales en colaboración con los gobiernos, organismos internacionales, …-
Somos una especie inmadura. Reaccionamos ante los estímulos más inmediatos; como sucede en las luchas geopolíticas que nos llevan a perder el horizonte. Nos cuesta, por el bien de la humanidad, planificar a largo plazo, aunque paradójicamente no es así cuando esa planificación revierte en beneficios para particulares poderosos.
Y, en medio de esta lucha materialista y fáctica, aún hay quienes se preguntan por el sentido de este tipo de existencia. Estos últimos son los raros, los que o no sufren gravemente las consecuencias de esta manera de actuar, o los que la trascienden dando por perdida la batalla y advierten que el sinsentido del mundo es el nihilismo absoluto del humano, ese pasivo y negativo que nos induce a la desesperación. El supuesto progreso ilustrado ha resultado ser una máscara más, una falsedad más que hemos necesitado para vivir, pero que nos está llevando a nuestra destrucción material y ya nos ha conducido al abismo del sinsentido.
Quienes procuran ser optimistas en estos momentos lo hacen, a mi juicio desde una posición privilegiada occidentalista, afirmando que vivimos en el mejor momento de la historia, en el que la vida de los seres humanos ha mejorado. Ante esta visión egocéntrica siempre me cuestiono si no se aperciben que la humanidad, el conjunto de seres humanos que aún están vivos, subsisten en su mayoría en condiciones deplorables y con un dolor y un sufrimiento insostenibles.
“1.300 millones de personas son pobres en todos los sentidos de la palabra, porque no tienen apenas ingresos o carecen de acceso a agua potable, alimentos suficientes o electricidad”
Consultad artículo de EL PAÍS https://elpais.com/elpais/2018/09/20/planeta_futuro/1537441680_635893.html
Ante tal panorama, no hay lugar para el optimismo, ni debería haberlo para ocuparnos de ninguna otra cuestión que no sea la mejora de las condiciones de vida de las personas. Ninguna acción, investigación que no esté de forma urgente orientada, a mi juicio, al desarrollo de una existencia que pueda ser calificada de humana es legítima. Deberíamos, utilizando ese hipotético velo de ignorancia[1] de Rawls, tomar las decisiones desconociendo qué lugar del mundo vamos a ocupar: África, América Latina, Ucrania, Gaza, Cisjordania, Yemen, ni de qué estatus en ellos vamos a gozar. Reconozco que es un desiderátum, utopía sin límites, pero que sería la única manera de que los que tienen el poder, viendo peligrar su situación, tomaran decisiones por si se convierten en un palestino, un excluido del primer mundo, …o cualquier otra situación indeseable.
La reflexión sobre el mundo que hemos creado -el entorno para los humanos- no puede más que constituir un clamor, supongo que, en el desierto, o la asunción de que nuestro destino será dramático. Como siempre, para unos más que para otros, pero en cualquier caso demoledor de lo que quizás sea la condición humana más deseable, emergiendo sin ambages aquellos aspectos más denigrantes -por perjudiciales para la gran mayoría- de esa misteriosa, ambigua y contradictoria condición.
1 Afirma Rawls que es necesario decidir desde el comienzo los principios que guiarán las principales instituciones de la estructura básica de la sociedad y esto debe hacerse detrás de «un velo de la ignorancia» tras una «posición original». Rawls ofrece un modelo de una situación de elección justa de la cual las partes hipotéticamente escogerían principios de justicia mutuamente aceptables y la estructura de una sociedad ideal, pero ninguno de los que deciden sabe cuál será su lugar en ella. este procedimiento sigue la lógica de la justicia procesal pura. El velo de la ignorancia significa que nadie conoce su género, orientación sexual, raza o clase. De este modo, el velo de la ignorancia garantiza que en la elección de los principios dichos rasgos son desconocidos para las partes en la posición original y, de esa forma, las instituciones sociales estarán reguladas por principios que aseguren la equidad en el reparto de los bienes sociales, tales como riqueza, oportunidades y las bases sociales del autorrespeto. Bajo tales restricciones, Rawls argumenta que detrás del velo de la ignorancia se formaría algo similar a un contrato social para ayudar a los integrantes menos favorecidos de la sociedad, ya que en última instancia todos tienen miedo a ser pobres y querrán construir instituciones que les protegieran y que encontrarían particularmente atractivos sus principios de justicia favorecidos, superando a otras alternativas, incluyendo la utilitarista y la liberal-libertaria. Rawls concede que es probable que persistan las diferencias sociales, pero afirma que un principio equitativo de Justicia ofrecería mayores beneficios a los integrantes menos afortunados de la sociedad.

No, no puedo estar de acuerdo. El enfoque es errado. Si acaso debiéramos estar avergonzados de algo los seres humanos, sería de no escuchar, de no intentar comprender. Somos una especie social, que ha luchado entre dos flancos: le pobreza extrema y la extinción.
Desde hace unos 200 años (¡¡recién!!) el ser humano ha venido encontrando las formas de vivir mejor. Y es cierto que nunca antes estuvimos menor. No es un deseo, ni optimismo. Es un dato, es información.
Nuestra evolución ha durado al menos unos 4 millones de años. Por eso afirmo que recién hace 200 que estamos encontrando los caminos. Claro que hemos cometido errores, pero hemos sido capaces de superarlos cada vez que se han presentado. Ahora también lo haremos. No está en peligro el planeta. Pudiera estar en peligro la vida en el planeta, pero es muy difícil que la eliminemos.
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Gracias por su lectura y comentario. ¿Según quién estamos mejor? Es decir, han mejorado las condiciones de vida en general o una minoria? No sé si a muchos pueblos del planeta les parecería que han mejorado respecto de sus antepasados….la mirada hay que hacerla, creo, desde la perspectiva del conjunto de todos los humanos, y de veras que no tengo ninguna certeza de que eso sea así. Los datos pueden ser «utilizados» como bien sabe en sentidos diversos, y podemos circunscribirlos a un àrea geográfica concreta como si fuese «la humanodad»…
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Ana, le será difícil a usted responder esas preguntas con los lentes marxistas. Quizás no se ha dado cuenta que tiene puestos unos lentes del siglo XIX. Ya no sirven. La humanidad está mejor y negarlo es simplemente absurdo. TODOS estamos mejor, que no quiere decir que estemos igual. No, hay unos que están mejor que otros. Yo tengo la certeza que el mundo ha mejorado PARA TODOS. Yo vivo mejor que los reyes del medioevo. También usted está mejor.
El problema es que, para un marxista, estar mejor sería estar viviendo en el socialismo. Y para un capitalista, como yo, estar mejor es estar lo más lejos posible del socialismo.
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Usted ha decidido que soy marxista. Yo creo que intento ver el mundo con las «lentes» de los que no tienen voz, ni derechos. Gracias
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Estoy de acuerdo
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