Veo a la niña clamar con un llanto sordo: Y a mí ¿Quién me cuida? Miro a la adolescente exigiendo exclusividad. Contemplo a la adulta en la que se convirtió masticar la soledad en el vacío y el olvido. Clavada la indiferencia que percibe en un llanto más explícito, hoy. Y su pregunta, su duda, continúa siendo la misma. Sin embargo, ahora también le toca cuidar, y tal vez es lo único que sabe hacer, pero cada gesto de apoyo al otro se revuelve contra su corazón volviendo a gritar: Y a mí ¿Quién me cuida?
Las carencias, los vacíos de la infancia son difíciles de reparar y, solo experiencias posteriores, y una gran capacidad de resiliencia pueden mejorar ese estado de abandono, que puede sentirse tan infinito como la propia muerte.
Brava ! 👏
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🩷
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