El sentido común es nuestro mejor y simultáneamente nuestro peor consejero. De entrada, porque previamente deberíamos detenernos a repensar qué significa esa expresión. Aquí se halla el primer escollo.
Unos dirían que:
“lo que habitualmente se entiende por sentido común tiene mucho que ver con las reglas sociales, como el modo de vida validado en cada lugar y en cada momento. Al hablar sobre este concepto, a menudo nos referimos a la sensatez aplicada a cuestiones prácticas, es algo que hace que las personas sean razonables y que tomen decisiones basadas en el conocimiento adquirido previamente, es decir en la experiencia.”[1]
Sin embargo, la revista PNAS
“publica un estudio en el que se trata de cuantificar el sentido común, tanto para los individuos como para toda la sociedad. En el trabajo, que ha tomado una muestra de 2.000 personas que evaluaron 4.400 afirmaciones, se observa que la existencia de un sentido común compartido por toda la sociedad no existe.”[2]
Esta aparente contraposición entre la afirmación o negación de algo así que podamos denominar “sentido común” muestra que lo que sí podemos admitir es que la expresión es algo vaga.
El intento explícito de reivindicar el sentido común, y hacer de él inclusive la base de la Filosofía, se la debemos a Javier Vilanova, como muestra en su reseña el profesor Andrés Fernando Stisman:
“una defensa muy argumentada del sentido común nos muestra cómo este se relaciona con el saber que la humanidad ha ido acumulando en el trato diario con las cosas en el intento de resolver problemas. El conocimiento que provee el sentido común es eminentemente práctico y está relacionado con la experiencia. En su construcción intervienen múltiples tareas cognitivas: observar, ensayar soluciones a los problemas, comparar, etc…[3]
Realizando un intento de síntesis, el sentido común proviene de la experiencia acumulada colectiva, cultural e individual. Lo asociamos a lo razonable en determinado contexto. Ahora bien, en cuanto el sentido común es un espejo de lo hegemónico y normativo, enjuiciamos negativamente a los que difieren en sus apreciaciones del supuesto sentido común, e incluso consideramos que son algo irracionales. Los sometemos, consciente o inconscientemente a juicios morales que provocan su exclusión. Como afirmaba Voltaire:
“El sentido común es el menos común de los sentidos”.
O sea, hay algo de propio y ajeno a los otros que nutre ese sentido común que emerge de las propias experiencias subjetivas, por eso Einstein aseguraba que
“El sentido común no es más que un conjunto de prejuicios depositados en nuestra mente antes de llegar a los 18 años”
Bien, pues partiendo de la diversidad de significados que puede adquirir la expresión, parece adecuado ser prudentes a la hora de recurrir al sentido común en el momento de desacreditar a otros. Primero, porque no parece ser tan universal -desde el punto de vista cultural e incluso subjetivo-. Segundo, porque los que siguen a la hora de actuar el sentido común sin cuestionarlo, carecen de un cierto sentido crítico respecto de cuánto hemos recibido mediante la educación y la socialización, y cómo este acerbo cultural puede ser un conjunto de prejuicios de los que desconocemos su fundamento, fiabilidad, origen, etc., …
Esto nos conduce a una cuestión recurrente, la necesidad de ser críticos respecto de nuestras creencias, pasarlas por el tamiz de la reflexión y apercibirnos de que, aunque el sentido común no es la opinión pública que tiene un aspecto más actual e inmediato, exige de igual forma un análisis que nos libere de ideas extemporáneas, descontextualizadas y válidas en un contexto cultural muy determinado.
Pretender la universalidad del sentido común es un absurdo, fruto de la convicción homogeneizadora de la ilustración que, en cuanto concebía la razón como natural e igual en todos los hombres, el buen uso de la racionalidad debía llevarnos a todos a conclusiones y creencias idénticas.
Superar esta noción del sentido común sea quizás un paso importante para comprender que la subjetividad se construye de manera singularizada y que podemos coincidir en muchos aspectos si compartimos un sustrato cultural, pero que, si nos alejamos de un sentido de las cosas compartido, tal vez no sea por irracionalidad sino por exceso de crítica y autocrítica. Un ejercicio sano que poco se practica.
Bibliografía:
Javier Vilanova “La Filosofía del sentido común” Editorial: ESCOLAR Y MAYO. 2021.
[1] https://www.lavanguardia.com/vivo/psicologia/20220605/8317679/que-es-el-sentido-comun-nbs.html
[2] https://elpais.com/ciencia/2024-01-16/el-sentido-comun-compartido-por-toda-la-sociedad-no-existe.html
[3] Reseña de: Javier Vilanova Arias, Filosofía de sentido común. Andrés Fernando Stisman andres.stisman@filo.unt.edu.ar. Universidad Nacional de Tucumán

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el sentido común, es el menos común de los sentidos….besos al vacío desde el vacío
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