Quien cree morir de éxito, o se regocija en el espejismo de su hazaña o bien vislumbra la cumbre del abismo hacia el que se precipita. La expresión –utilizada a menudo en el ámbito empresarial- presupone que hay una culminación, una cumbre, un máximo al que puede llegarse; una vez allí, acaso debieran preguntarse en
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Los estudios que se realizan por parte de organismos internacionales sobre el grado de felicidad de los individuos, no acostumbran a ser indicativos claros y nítidos al respecto. En primer lugar, porque los estos acaban midiendo la felicidad identificándola, erróneamente, con el grado de satisfacción en relación al bienestar material que experimenta el sujeto. En
Aguardamos instantes excepcionales y atípicos para que resurja la pasión, el entusiasmo, el frenesí, en un discreto intento de depositar el arrebato de vivir intensamente en lo que acontece. Pero, aun cuando lo externo nos reconforta con una apacible dotación benévola, es la forma en la que filtramos subjetivamente lo sucedido lo que concede un
Nublados por la bruma de la ignorancia, nos convertimos en presa fácil de la tergiversación y la desfiguración de los hechos, que ciertamente nunca son asépticos. Pero, deberíamos dilucidar qué se halla en ellos de subjetividad inexorable y qué de intrincación voluntaria, porque quien deforma consciente e intencionadamente una serie de sucesos, esconde intereses particulares
Las acciones, como decisiones volitivas, son intervenciones en un universo subjetivo. Se gestan por el querer con la convicción de que alteramos el mundo en el sentido ético que sustentamos pero, olvidamos que en última instancia, no son más que forcejeos entre subjetividades cegadas por las mismas condiciones y limitaciones.
Esperamos tanto de la vida que el suceder cotidiano se nos antoja una nimiedad aparente y engañosa. Hasta que constatamos que no hay más, ni menos, que ese fluctuar entre lo idealizado y lo existente, por insulso, monótono y poco estimulante que nos parezca. Será que, a la postre, la pasión por la vida debe