Me llaman Txell, Meritxell Palau. Lo expreso así, no por pedantería o porque me haya abducido un personaje del oeste americano, sino porque en rigor, todos sabemos que los que nos llaman son los otros. Excepcionalmente, uno puede proferir su nombre de manera retórica como una forma de animarse, o bien regañarse, o…pero propiamente no se llama, porque ya está consigo mismo y sobra ese gesto.
He llegado a una edad, la sesentena, en la que la existencia puede empezar a percibirse de forma diferente. Para mí, es un punto de inflexión. Me dirijo hacia la muerte, antes o después, con más probabilidad, y siento la necesidad de realizar una propedéutica tanatológica.
La vida se vive hacia delante, pero se comprende hacia detrás[1], y solo con este ejercicio de comprensión podré calibrar si mi vida ha sido inútil, prescindible, vacua; o si, por el contrario, mi testamento vital puede ser un referente sobre lo que es mejor no hacer en la vida, o de lo que sí. Cierto que ninguna de mis aseveraciones será tajante, ya que el entorno, es decir, lo que sucede y los otros, las condiciones de existencia y el legado cultural son factores bastante determinantes de quién he tenido el margen de ser. No obstante, intuyo que algunos aprendizajes se aproximan a lo universal y que cada uno reflexiones al respecto.
El metraje existencial fluirá sin excesivo esfuerzo ya que lo que nos marcó el carácter no pasa sin que nos apercibamos. Considero, para más fidelidad, que mi legado sea sintetizado y expuesto antes de que agonice[2]. Cuando uno ya se halla terminal, la mente puede distorsionar acontecimientos, personas y lo que recibes de los otros puede no ser sincero, por decoro a quien está en su lecho de muerte. Así es que, deseando huir de impostaciones, fingimientos y falsedades, me comprometo a ser fiel con lo que sentí que fue mi vida, y demando la misma honestidad a quienes lo lean. Si no fuese así, será estéril que yo deje testamento alguno, ni que vosotros lo leáis, porque para farsas e insidias ya tenemos cada uno nuestra propia existencia que, aunque finita, se alarga suficientemente para explayarnos.
Lo que tenéis en vuestras manos no es más que la introducción, para que sepáis qué vais a leer. Es posible que este testamento se extienda demasiado y, aunque sea a título póstumo, llegue en forma de novela. La razón no es que vaya a necesitar un tiempo demasiado extenso para evaluar toda mi vida, sino que la muerte me inhabilite súbitamente o antes de lo que nos esperamos. En cierto modo, mi preparación es un aviso a la parca de que estoy a punto, aunque si me concediera el margen temporal de dejar por escrito lo que he aprendido, estaría agradecida, no sé a qué o a quién.
Espero que nos reencontremos lingüísticamente.
Aquella a la que llaman Txell, Meritexell Palau.
[1] https://filosofiadelreconocimiento.com/2022/09/05/la-vida-se-vive-hacia-delante-pero-se-comprende-hacia-atras-kierkegaard/
[2] Referencia a la novela de Faulkner “Mientras agonizo”.
