En memoria de Paul Auster.

Un comentario

El fallecimiento de Paul Auster es una pérdida inmensa para la literatura, era de esos novelistas que retrataban lo más íntimo del ser humano, lo que aceptamos y lo que reprobamos. Además, era de los que aparecían -al igual que Javier Marías- anualmente en los merecedores del Nobel, pero que, como con otros, ya es tarde si alguna vez tuvo la Academia la intención de concedérselo.

Además de la reconocida “Trilogía de Nueva York”, cuenta con otras novelas de gran calado como “La invención de la soledad” y “Diario de Invierno”, entre otras muchas. Las dos últimas, mencionadas, son semiautobiográficas y, en ellas, Auster nos hace partícipes desde la interioridad del protagonista de esas heridas que nos deja la vida y que tal vez con posterioridad nos apercibimos de que han sangrado. Su gran virtud, la disección de la psicología de los personajes que, a veces, tienen vidas crudas y otras, sin serlo, se transforman de la crudeza.

Es un tipo de literatura profunda si el lector se desliza por las páginas con suma atención, que parte a menudo de situaciones sumamente difíciles y nos muestra cómo los personajes se sobreponen, hasta cierto punto. Nos enfrentamos a la maldad, el odio, la carencia de afecto, y en última instancia siempre a la búsqueda de una anhelada identidad que, en el fondo se asemeja a la del propio autor. Por expresarlo de otra manera, Auster ponía siempre la carne en el asador, y difícilmente se sale indemne de la lectura de sus novelas, inclusive de aquellas que tienen un cierto tinte fantástico o metafórico, como puede ser “Mr. Vértigo”.

Si alguien no ha leído al autor, recomiendo una de sus novelas más breves “El palacio de la Luna”. Es una novela realista y que transmite un sentimiento de nostalgia, amor y vida. En el fondo, una novela cruda y bonita, así de simple.

Lamento profundamente la pérdida de uno de los escritores que siempre estaba en el catálogo de mis posibles lecturas, junto a otros que ya he manifestado en otras ocasiones. Es cierto que para enamorarte de un escritor, por ser grande, no necesitamos que aún esté en vida -en mi caso Stefan Sweig-, pero a los que has empezado a leer y los tienes siempre presentes durante su vida y su etapa creativa, saber que ya no habrá novedad que supere lo ya escrito, es como descubrir quienes son los reyes magos. Descanse en paz.

«Te encantaba , sin embargo, el más sencillo Jardín de versos de un niño, y como sabías que Stevenson era un hombre adulto cuando escribió aquellos poemas, te impresionaba la destreza y persuasión con que empleaba la primera persona a lo largo del libro, fingiendo escribir desde la perspectiva de un niño pequeño, y ahora comprendes, de pronto, que aquél fue tu primer atisbo de los ocultos mecanismos de la creación literaria, el desconcertante proceso por el cual una persona es capaz de entrar de un salto en una mente que no es la suya (…)

Paul Auster «Informe del interior» Anagrama. 2013. pp.30-31.

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