El decir tiene un tiempo caduco.

No hay comentarios

Hay una burbujeante demanda interna, y alguna externa, de borbotear cuanto sé que he vivido. Y, lo sé, porque lo siento, lo llevo grabado -para bien y para mal- en las conexiones neuronales que esas experiencias surcaron en mi cerebro. A veces, nos consideramos demasiado importantes; necesitamos un golpe de lo real para redescubrirnos continuamente como meros surcos cerebrales, materiales, moldeables, elásticos. Sin embargo, a pesar de la finitud que nos acompaña y el cambio imperceptible, pero continuo, somos durante un tiempo capaces de rasgar papeles con ese vivir que ha sido y es, mientras es, para inmortalizarlo lingüísticamente, que constituye una de las formas de persistir que tenemos los humanos.

Como nada es puramente nítido, percibo el ir y venir de mi deseo de verter eso que es ya, mientras mi memoria lo retenga, una parte relevante de mi existencia; es decir, y en aras de una precisión que nunca alcanzo, cuanto sé que he aprendido, y lo sé porque aún lo siento vívido. Hay un tiempo para un decir que se evapora. Ahora o nunca, me digo. Y, no obstante, carezco de la determinación de materializar ese querer decir cuanto he aprendido, aunque simultáneamente no dejo de desear hacerlo. Tan solo, o ni más ni menos, me falta la decisión que ya es escritura materializada. Será un aire casi imperceptible que un día, antes de que se esfume el tiempo, me impulsará a acometer ese acto de decir lo que solo puede ser dicho ahora, y tal vez no tenga otra ocasión de decir, ni este tiempo que me hierve en el interior, ni cualquier otro tiempo.

Pocos son los que están dispuestos a escuhar, en este caso a leer, lo que alguien como yo tiene que decir; y muchos los que esperan que digas, para rubricar lo que ellos ya han dicho. Eso es triste, porque no supone un reconocimiento real y material de mí misma, como un otro que debe ser respetado. Y unos con los otros tendemos a coincidir, pero también a divergir, y esos matices entre un decir y un otro, que si se matiza mucho deviene un otro, no es siempre acogido materializando la convicciónn de que somos únicos y diversos.

Deja un comentario