Diálogos o cancelaciones.

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Los otros son el límite poroso del sujeto, en cuanto hay noción del sí mismo. Un límite que es diferenciación en continua refluencia -me fascina este concepto zubiriano-. Tener esa presencia, interactuando con los otros exige admitir la múltiple diversidad que hay entre los unos y los otros. Esto, dicho así, queda muy bien. Sin embargo, las consecuencias inmediatas son que se acepta, se asume y se siente uno interpelado por los otros, mediante un diálogo que no admite cancelación porque sería un oxímoron. Estamos más habituados a desestimar otras concepciones o perspectivas desde la ignorancia, el ninguneo, pero no desde la argumentación y el Diálogo.

Estos gestos, casi espontáneos por repulsión, solo conducen a crear compartimentos estancos en los que cada uno se regodea con sus propios discursos, dialoga con los que sostienen posturas semejantes y se autoafirma, sin considerar la importancia de cuestionar al que se halla lejos de la propia perspectiva y de dejarnos cuestionar. Solo intercambiando argumentos y abandonando el dogmatismo de quien cree que posee la verdad, o de que su posición es más adecuada, podemos poner en nuestros labios la palabra diversidad, para intentar construir un espacio social para cada uno, y para todos.

Los cordones sanitarios impuestos a la extrema derecha o a la extrema izquierda -populismos casi todos, si es que quedan esos extremos tan dispares y no tienen en común más de lo que reconocen- no conducen a ningún lugar, porque aquellos que tienen representación parlamentaria han sido votados por ciudadanos que se ha sentido decepcionados por discursos que no analizaban en profundidad la realidad social, sino que se limitaban a implementar eslóganes -tal y como hacen, por cierto, los extremistas- ¿Por qué no intentar escuchar y dialogar, buscando acuerdos sobre la inmigración, los derechos que tienen o deberían tener como humanos? -aunque el concepto de “derecho” sea político, en cuanto son prerrogativas que concede un Estado a los “ciudadanos”- ¿Por qué no poner sobre la mesa la situación de la mayor parte de la población y la necesidad de impuestos para subsanar las situaciones de pobreza? Estos ejemplos, son solo eso; la idea fundamental es ¿por qué no asumir conjuntamente un análisis profundo del funcionamiento de la sociedad y la economía y buscar estrategias conjuntamente que aumenten el bien común?

Estamos huérfanos de intelectuales que deseen ahondar en los problemas, y se contentan con cancelaciones absurdas que aumentan el enfrentamiento social.

El discurso de la diversidad hay que creérselo. No solo para luchar por los derechos feministas o del movimiento LGTBI, sino para profundizar en las cloacas que habitan los que se mueren de hambre y lo que menos piensan es si son mujeres o se identifican con otro género, porque primero necesitan pan, vivienda y trabajo, o sea, una vida mínimamente digna.

Descender a las cloacas, oír los gritos y los llantos y subir para buscar consensos que ayuden a los excluidos de la existencia, es una cuenta pendiente para muchos.

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