La impotencia no es la cualidad de los débiles sino la misma condición humana. Quien no delinea los límites de su poder no asume, tampoco, el horizonte de su posibilidad de decidir y hacer. Es, algo así, como si observáramos el hilo que, casi invisible a la vista, nos permite constatar los dos aspectos de una misma condición: lo que nos supera y lo que está a nuestro alcance. Tan solo tomando conciencia de hasta dónde se extiende nuestro poder y, por ende, dónde queda castrado, seremos capaces de conquistar nuestra libertad, ya que ésta solo se ejerce en el ámbito de lo posible, y esto porque no somos dioses ni nada que se asemeje.
