APRENDIENDO, que es gerundio.

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El deseo de aprender es innato, lo que es subjetivo es lo que se desea aprender. Prescindo, ahora, del aprendizaje en la escuela y debates similares que darían lugar a un libro, más. Mi intención es destacar que lo que deseamos se estimula y, una vez atrapados por la seducción de lo que tenemos ante nosotros, hay que ejercitase para alcanzar una comprensión del objeto de aprendizaje.

De todo se aprende, ya que aprender es antónimo de asimilar acríticamente, por lo cual las contraposiciones y contrastaciones permiten en esa dialéctica deliberativa identificar los escollos, asumir las contradicciones de la existencia, y seguir aprendiendo con el propósito de clarificar progresivamente nuestra visión del mundo.

Personalmente, estoy experimentando el lujo de seguir aprendiendo de grandes de la Filosofía, por ejemplo -aprendo mucho de la experiencia misma, es la gran maestra-, al disponer de la ocasión de colaborar con ellos en proyectos de publicaciones diversas, congresos y, por supuesto, leyendo sus libros. Esta oportunidad, que para mí tuvo su inicio durante la pandemia, me ha permitido conocer a filósofos latinoamericanos de los que tendríamos bastante que aprender los europeos, como Ricardo Espinoza Lolas, y en general de la Red NosOtros, de los colegas del Club Mundial de Filosofía, como Francisco T. González Cabañas, Jorge de La Torre, y también de Gustavo Flores Quelopana.

La diversidad de aprendizajes, disquisiciones, diálogos, contraposiciones me han enriquecido y ayudado a clarificar más mi perspectiva en algunos aspectos. Porque, reitero, aprender no es asumir acríticamente y, precisamente, por ello la disparidad de posiciones filosóficas con las que me he confrontado me han enriquecido en mi bagaje filosófico.

Una de las cuestiones más valiosas que me ha aportado esta vivencia ha sido el hecho de que, como filósofos, nos vemos interpelados a ser capaces de dialogar y respetarnos desde posturas muy contrapuestas. Esto no es fácil de detectar ni en la práctica de la Filosofía, ni en general en otros ámbitos. Aprender a ser bisagras, creo que ya escribí algo al respecto, es crucial para poder hablar de todo con todos. Ese reto es ahora mundial en la política con la presidencia de Trump. Negarle la palabra no es, por supuesto el camino, así que la flexibilidad para el diálogo marcará los próximos años en el ámbito geopolítico, y la vida de cada uno de nosotros. Este ejemplo extraído del mundo político es representativo de lo que debería ocurrir en el ámbito de la Filosofía.

No puedo obviar las lecturas que durante estos años, necesarias compañeras de cualquier aprendizaje, he hecho por primera vez o no. Quisiera destacar lo que me han aportado Foucault, Hadot, Luís Roca Jusmet, Judit Butler, Chantal Moufe, Laclau, Fina Birulés, Ricardo Espinoza Lolas, Zizek, Lacan, Nietzsche, Cioran, Schopenhauer, …y muchos otros que ahora mismo no tengo en mente. Es crucial leer, y además no solo filosofía, sino también literatura y poesía. En este sentido la maestría de Zweig, Javier Marías, Auster, Houellebecq, Fante, Delphine De Vigen, y otros que no recuerdo -después me dará rabia- han sido una compañía contínua que me ha abierto otras perspectivas del mundo.

Cuanto he dicho, me sirve para aferrarme a este trabajo continuado y a invitar a otros que lo mantengan o lo inicien. Da igual por dónde empezar, irás intuyendo por dónde continuar.

Un hombre solo aprende de dos formas; una leyendo y la otra asociándose con gente más sabia. Will Rogers.

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