Vérselas de frente, cara a cara, sin esquivos ni requiebros con la propia fragilidad es un acto de humildad que realizamos por honestidad o, a veces, porque la realidad se impone crudamente. Sometidos como estamos a las inclemencias externas -sucesos, acciones ajenas…- no siempre disponemos de la capacidad de protegernos, reaccionar y evitarnos la erosión
