No hubo llanto en tu plácida huida del útero, sino la calma anómala de quien se siente plena y apacible. Toda tú blanca como un peluche reluciente y susceptible de ser besuqueado hasta la saciedad. Llegaste sosegada a un mundo que nadie, si pudiera desear, desearía al nacer. Una primera infancia en la que tu
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Revisión de un artículo publicado originariamente en LETRAS&POESÍA en 2019 A menudo reconocemos que la existencia parece estar “llena” si el sujeto tiene esperanza. Ésta acostumbramos a referirla de forma etérea, posibilitando que pueda contener diversos sentidos acaso por la dificultad de concretar: ¿qué espera el que espera? Esa tonalidad verdosa que asociamos a la esperanza puede
En la medida en que se suceden, el sumatorio de los instantes constituyen toda una existencia. Algunos son fugaces auras que nos arrullan como duendes lisonjeros. Otros se instalan en el tuétano del alma como púas que hieren hasta desaguarnos. Ambos se alternan indefinidamente en nuestra finitud. La cual percibimos como amenaza pavorosa o, bien,
Un mazo desplomándose despiadadamente sobre la testa, sin herirla ni desangrarla. Un impacto simbólico sobre la consciencia, que la remacha hasta la iniquidad, desarmándola, despojándola de toda artimaña de defensa, para dejarla inerme y a la intemperie. Un brazo invisible – ¿anónimo quizás? – que mangonea hábilmente esa clava para pulverizar, irreversiblemente, la posibilidad de
Se escabullen musitando entre los labios sujetos, verbos y complementos; todos ellos conformando hiperbólicas metáforas que tienden a enervar las emociones, la motivación y las creencias más estimulantes. Así, leer equivale, en este contexto, a edificar mentalmente un mundo deseable. Opera, de hecho, como un lenitivo que permite simular que ciertamente “vivimos”. No obstante, esta
En este fragmento Sánchez Meca pretende destacar la relación conflictiva con el dolor que ha presidido la cultura occidental y que no es más que la expresión de lo que Nietzsche denominó “nihilismo pasivo”, para enfatizar la importancia de incorporar el sufrimiento como proceso normal de la vida orgánica o la dialéctica de fuerzas por
Verdear el horizonte es un deseo inconsciente, una reminiscencia ancestral que como un renuevo pulsa por emerger con consistencia. Pero, no hay posibilidad ya, desfondados por un presente crudo y realista, de rebrotes falaces que solamente devienen lenitivos para sostener lo insoportable. Serpenteando por el ámbito de lo infausto, nos resta la fortaleza para rescatarnos
Un barrizal de concurrencias nos compele a desmoronarnos por exceso de presión o espesor. Así, hundidos en la ciénaga del suceder, alzamos una mano reclamando auxilio, y si nuestros gestos son vanos, solo podemos bracear aceleradamente y con fortaleza para licuar la densidad de tanto infortunio. Ya que, una cuestión es que te mueran y
Menoscabados por la tozudez de la vida de retarnos insistentemente a lidiar con nuevas afrentas, ya no surge la sorpresa que provoca lo inesperado, porque si algo aprendimos de la existencia es que no hay nada que nos sea ajeno en su posibilidad. Casi todo cuanto nos ha acontecido nos evidencia que no somos inmunes
El despliegue de sucesos imprevistos nos hace temblar ante el miedo de no ser capaz de sostenernos, más que por no poder, de hecho. Esa ausencia de seguridad en la propia fortaleza y capacidad es la causa de la mayor parte de los declives humanos. No la debilidad en sí, por tanto, sino la flojera