Hay quien nace estampado como sacrificio, dádiva del sustrato órfico arcaico, y su existencia no transcurre sometida a la propia voluntad, sino al destino tatuado con el que fue gestado. Así, solo le resta el honor de congratularse de la necesidad que impele su vida; dotada del sentido de ser fuente de compensación y equilibrio
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Cuando las coincidencias son persistentes, nos acecha la alargada sombra de un destino que cercene nuestra capacidad de ser, y evidencie la condición de sujetos pasivos que no son auténticamente.
Un dragón de dos cabezas que, tras robarte la sombra, exhala su aliento en tu nuca. Cada morra un eco sarcástico y añejo, que porfiadamente y sin opción a réplica, en macho y en hembra, escupen un destino, fraguado entre ambos para ti. Hoy, en la ambigüedad de todos los umbrales, reaparecen para recordarte quién