Heroínas

No hay comentarios

Aquellas que, entrando en la adolescencia, se debaten por buscar su identidad se hallan sumergidas en un entramado de influjos contradictorios. Estos mensajes vertebradores se organizan en dos planos: el visible y el oculto. El plano visible sería aquel discurso explícito que cualquiera defendería sobre el rol de la mujer en la sociedad, su dignidad y sus derechos. El plano oculto es el que, de facto, opera en la mente de muchos, orienta las acciones y rige por tanto la sociedad. Sería el discurso políticamente incorrecto, que nadie sostendría explícitamente pero que sigue operando primer lugar un objeto sexual. de forma implícita, a saber, la mujer sigue siendo en

Lo dicho puede constatarse en las actitudes que los chicos y chicas de trece-catorce años tienen en su forma de relacionarse. Sorprende la poca contención que los chicos tienen de sí mismos ante la invasión hormonal y la actitud pasiva y de condescendencia de las chicas ante la avalancha de manos que las acechan durante el día. Obviamente podríamos encontrar diversas explicaciones, entre ellas la relajación de las costumbres y de la moral, la liberación sexual, y por qué no decirlo una confusión preocupante sobre los límites en todos los ámbitos.  Precisamente porque el contexto es este y no otro, considero de vital importancia detenernos en la función educativa que tenemos los padres en este desaguisado.

Los chicos/as no se educan solos. Pero, ojo, siempre son educados, conducidos hacia. Si la intervención no se produce por parte de los padres –que seguimos siendo, aunque nos sea más cómodo dimitir, el agente educativo por excelencia-  alguien, algo lo hace por nosotros: la televisión, la información indiscriminada de la red o las series que ven por internet, los videojuegos, youtube,…Es imprescindible hacer partícipes a nuestros hijos de los diálogos familiares, integrarlos en conversaciones de los que a menudo los excluimos por considerarlos pequeños. Esta forma comunitaria-familiar de diálogo de lo que pasa en la vida y en el mundo nos ayuda a establecer criterios, valores, actitudes, cuando no hay implicación emocional, bajo un diálogo tranquilo, de forma natural y recurrente. Cuando nuestros hijos se encuentran en determinadas situaciones, tienen referentes y criterios para la decisión, porque nosotros como padres hemos intentado que determinados temas salieran a colación en la mesa y la sobremesa, para ir educando y fijando límites. Estos últimos no se fijan sólo con el diálogo, sino estableciendo unas normas que asumen desde pequeños y que entienden son necesarias para la convivencia y el funcionamiento. Asumir las normas es interiorizar la necesidad de los límites. La construcción de una personalidad estable depende en gran parte de eso.

Por todo esto, recupero ahora el discurso inicial, las adolescente que inician el proceso de búsqueda de su propia identidad no lo tienen nada fácil hoy. Siguen siendo un objeto sexual en un entorno donde, además,  lo que se lleva es la laxitud sexual. Donde los límites son absolutamente difusos y por tanto reconocer si me gusta el coqueteo,  o están abusando de mí y debería exigir respeto no está tan claro. Un entorno que explícitamente demanda una imagen de ti, pero de hecho reclama otra muy distinta.

  La condición femenina sigue siendo ese enigma no resuelto que las mujeres del siglo XXI tendrán que descifrar. Nosotros, los padres de hoy, tenemos la responsabilidad de convertir a las princesas en heroínas, dotarlas de la convicción y de la fortaleza de que son, antes que nada, personas valiosas que merecen respeto.  Ellas deberán reinventarse, constituir la identidad femenina sin reproducir el patrón masculino, que para nada puede ser la inspiración ni el referente de quien escapando del lastre del menosprecio y la humillación busca ser una expresión de la humanidad tolerante, diversa y respetuosa.

Deja un comentario