Ficciones divinas

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“Dios es lo que sobrevive a la evidencia de que nada merece ser pensado”[1] ya que “Es obvio que Dios era una solución y que nunca se encontrará otra tan satisfactoria”[2].Podemos así rumiar circularmente como un placebo mental, mientras no atinemos a apercibirnos de que “Dios es el por-venir de Dios. Dios, en sí mismo, es lo siempre pendiente del mundo. ..Aquello que somos al no saber responder a Dios, cuando nos pregunta dónde está nuestro hermano, es vivir muertos. Los capaces de Dios son, precisamente, los sin Dios”[3]

Este collage forzado entre fragmentos de Cioran y Cobo puede resultar sugerente. Para el filósofo nihilista lo único que merece ser pensado es Dios, y no por su veracidad sino por ser una explicación satisfactoria a las preguntas existenciales del hombre. Lo relevante no es su carácter verdadero, que Cioran considera imposible, sino su eficacia a la hora de saciar necesidades profundamente humanas. Esto funciona, claro está, siempre y cuando no topemos con la perspectiva de Cobo, para el cual podríamos decir que la acción puede abrirnos una brecha al entendimiento de qué es eso llamado Dios, porque siempre será un Dios cuya trascendencia romperá de cuajo la idea de que, por tradición hasta Cioran, se había considerado la mejor solución.

Será recomendable, pues dejar de pensar en un Dios ausente, porque no es la respuesta que busca el hombre –y menos un nihilista que ya no puede atribuirle eficacia a un Dios sin Dios- Si, como apunta Cobo, solo sumergiéndonos en las cloacas del mundo, donde viven los desesperanzados, para ser uno de ellos, podemos vislumbrar la presencia de Dios mediante su ausencia, hace falta una fe previa para optar por ese tipo de vida que pocos humanos poseen.

Así y tras este ímpetu del pensador rumano que cree haber visto en Dios, una idea de creación afortunada, me permito recordar que los aforismos son expresiones súbitas del sentir y el pensar que tienen, algunos de ellos, un tiempo de caducidad breve. De esta manera esta teología expuesta por Josep Cobo –y de otra manera, por otros anteriormente- concede una corta vida a estos aforismos que pueden consolar puntualmente pero que analizados a fondo no son más que una quimera.

Ahora bien, ambos se entrecruzan en la maraña de lo que sea Dios partiendo de prejuicios, como tales sin fundamentos, intentando hacer comprensible la naturaleza de lo que se nos presenta como incognoscible. Acaso, sea el pragmatismo de Cioran el que desvela la frágil naturaleza de la creencia mediante su función, que nada aporta no obstante a lo que sea o no sea Dios. Cobo por su parte, asume unos supuestos que convierten su argumentación en irrefutable, a no ser que nos centremos en la fragilidad de los supuestos mismos: Dios, en sí mismo, es lo siempre pendiente del mundo. Debería clarificar para ser pensado qué es lo pendiente, en qué dirección se halla lo pendiente, estamos ubicados dentro de un historicismo religioso. Así, se permite oscilar entre la presencia y ausencia de un Dios que, por experiencia, es ausencia absoluta.

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