El hombre es algo a superar intuyó el profeta Nietzsche, aunque su horizonte dibujaba un ser con poder y dominio de sí mismo, ese post-hombre era el boceto de alguien con voluntad de vivir, de querer por querer, de situarse por encima del dolor, del bien y del mal y de decir un SÍ sin condiciones a la vida. Ese fue su reto personal, aquél que desde su soledad intentó conquistar no sin verse inmerso en el sufrimiento al que intentó vencer –no anular- El mal del hombre de hoy sea tal vez ese hundimiento en el nihilismo, donde todo cabe y todo está permitido. Pero siento, desde aquí, decirle al viejo Nietzsche que no tenemos tiempo de mutaciones post-humanas. Urgen soluciones, antes de que las fuerzas dominantes que siguen imponiendo su voluntad de poder arrasen con la de ese hombre miserable y débil que no es más que un esclavo de esta cultura occidental absolutamente enferma.
Tal vez su sueño Sr. Nietzsche acabe en pesadilla, porque desde mi humildísima visión atisbo una nube espesa de nada, de vacío putrefacto, de nihilismo gasificado que se filtra por doquier. Un absurdo, un sinsentido, un hacer sin límite en un mundo de anomia.
Me temo que se nos agota el tiempo. Antes o después cabe esperar una plaga de Unabombers elevados a la enésima potencia –el terrorismo como guerra total, quizá- que den fin al tremendo despropósito en el que vivimos. Y sé que usted no pensaba en Theodore John Kaczynski cuando proyectó su post-hombre, pero es un perfil que va abundando en demasía.
