La maternidad debería ser una opción, no un sobrecogimiento, porque el cordón que une ambos cuerpos no es más que la metáfora del vínculo que, como madre, se prolonga ad infinitum. Aunque los hijos deban crecer sesgando el cordón que podría atenazarlos e incapacitarlos para vivir, las madres nunca podrán dejar de sentir su ser externalizado, y les exigirá un supino desprendimiento interno facilitar la autonomía de aquellos que fueron vientre y vísceras propias.
Por eso ser madre debería ser una elección, fruto de una conciencia generosa –no tanto por nacerlos, sino por liberarlos-