Recupero una breve reflexión del 2018, revisada
Desvelar las condiciones en las que alguien existe y es, traspasando los límites de la función o representación que durante años adoptó respecto a nosotros, puede constituir una experiencia convulsiva, paralizante y, en algún caso, cierto grado de reconciliación entre lo que mostró y lo que es. Una voluntad firme por degustar lo humano, frágil y mundano para comprender, aunque nos anegue la pena, la compasión y seguidamente un latigazo de culpabilidad, que aun sin fundamento nos atice la conciencia, hasta herirla irremisiblemente.
¿Cómo podíamos sospechar lo que yacía bajo un gesto de rigidez e incluso indiferencia desdeñosa que el otro mostraba? No, no podíamos atisbar quién se removía bajo ese velo de actitud casi aséptica e intransigente, pero, aun así, el desenmascaramiento de las determinaciones que regulaban su quehacer ejerce hoy en nosotros un vapuleo conmovedor que nos señala como egocéntricos, sin habilidad empática alguna. El único consuelo que nos resta es considerar la posibilidad de que ese otro, que se apareció ante nuestro estar a la expectativa, fuese prácticamente indescifrable.
Revelado el otro en su completitud, se origina en nuestro interior una vivencia ambivalente con dificultades para integrarlo: seguimos transitando entre el resentimiento y el dolor y esa imprevista versión desgastada por la vida, que al reconcomernos el corazón vierte el lastre de cuanto tal vez enjuiciamos sin saber y, como contrapartida, restamos divididos en dos que se corresponden con las dos maneras en que el otro se asomó a nuestra vida, sin fuerzas ni posibilidad de reconciliar ambas como aspectos internos de una misma persona.
La ambivalencia, con la que aparecemos ante los otros, es una especie de espejo convexo que puede descomponerlos y desestructurarlos debido a esa fatídica ambigüedad, que los aturde, los enloquece y los devasta sin piedad. Es un gesto siniestro, voluntario, mediante el cual sometemos al otro, llevándole al límite de lo comprensible y virando las tornas: el otro es quien posee una mente confusa; nosotros somos seres obvios que no podemos generar duda.
Somos muchos, así como aquel que tenemos frente a nosotros es multiple, eso es lo difícil discernir entre esa multitud…besos al vacío desde el vacío
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Wow, esto me hace pensar que aún en la diferencia de todos, somos uno, al comprender que las diferencias son necesarias para poder separar la paja del trigo, que es el que debe nutrir el contraste de lo que debemos ser. Entonces seríamos como el «uno» en una simbiosis llena de exigentes posibilidades de nuestro desarrollo.
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