¿Cómo combatir el Caos?

“El verdadero precursor no es quien propone un sistema cuando nadie lo quiere, sino más bien quien precipita el Caos y es su agente turiferario. Es una vulgaridad trompetear dogmas en plena época extenuada, en la que todo sueño futuro parece delirio o impostura. Encaminarse hacia el fin de la historia con una flor en la solapa: única vestimenta apropiada en el desenvolvimiento del tiempo. ¿Qué lástima que no haya juicio final, que no tengamos ocasión para el desafío! Los creyentes: farsantes de la eternidad; la fe: necesidad de una esencia intemporal…Pero los incrédulos morimos con nuestros decorados y demasiado cansados para dejarnos engañar por las pompas prometidas a nuestros cadáveres.”

Cioran, E. (2014) Breviario de podredumbre. Ed Taurus. Pg. 174.

Si nos propusiéramos realizar lo que sugiere Cioran, dejaríamos que nuestra época decadente se extinguiera por sí misma, acabara explotando de Caos. Porque, según asegura, el precursor de nuevas formas de vida no es aquel que va sugiriendo dogmas o creencias; al revés es lo más vulgar en un momento de descreencia en todo, hasta el punto de que quienes lideran alternativas parecen delirar o engañarnos. Este diagnóstico podría haberlo efectuado sobre nuestra época y nos veríamos terriblemente reflejados, porque lo que finaliza hay que dejar que sucumba, para poder construir de nuevo maneras que no estén de inicio podridas.

Por eso, el pensador franco-rumano se lamenta de que no haya un auténtico juicio final en el que cada uno asuma la responsabilidad que le corresponde: los que se hacen os huidizos por la fe, los creyentes; y por otra parte los incrédulos que fallecen bajo lo artificioso, pero extenuados de tanta falacia como para dejarse engañar, como los otros.

Dicho esto, parecería conveniente que dejáramos que nuestro sistema económico que está dinamitando todas las esferas de la vida humana acabe explosionando, por sí mismo, en lugar de buscar alternativas que nadie quiere, porque ya no cree nada. Así que las contradicciones internas del sistema capitalista se hagan explícitas, que solo queden sus ruinas, porque en estas condiciones los auténticos precursores que han propiciado que acontezca lo que debe, estarán en condiciones de proponer una reconstrucción de la vida humana y social que se aleje de imposturas, farsas y que se asiente sobre lo posible y, a la vez, deseable.

De esta forma, lo revolucionario no es luchar contra un sistema caduco, sino dejarlo morir por su propio desarrollo pleno de contradicciones. Y caído ese caos que tan solo cumple con su destino forjar nuevas maneras de vida que no se basen en falsas creencias, ni en imposibles, sino que encarnados en la existencia permitan a los humanos realizar sus existencia.