En las postrimerías de la vida —tras verificar a posteriori que era el período final— recibimos sutilmente indicios de que se aproxima el óbito, pero huimos del tremendismo de creer que es tan grave, o tememos pronunciar lo que sobreviene por si nuestro acto de habla fuese performativo, y al decirlo sucediese. Volvemos a experimentar esa línea fina que separa vivir de fenecer, porque nos resulta inconcebible que un par de horas antes intercambiáramos risas con una persona que, tras ese breve tiempo realice ese tránsito oscuro y desconocido.
Nadie está preparado para morir porque no sabemos en qué consiste eso definitivo que nos roba el hálito. Nadie está preparado para que otro muera, porque si quien ha de fallecer no se apercibe, cómo cometer el sacrilegio por parte de los otros, de ni tan siquiera pensarlo. Estamos presos de cierto pensamiento mágico alrededor de la muerte. La culpa nos puede abatir solo por haber considerado la posibilidad, como si el acto de pensar hubiese precipitado el suceso.
Aunque Platón advirtiera que la vida es la preparación para la muerte —el filósofo es, al menos, lo que intenta—, nadie vive de esa manera. Asumir la enunciación platónica exige percibir la existencia como un trámite para lo relevante que es la muerte; y hoy habiendo asistido a la muerte de Dios, pocos pueden tener esa convicción. Por el contrario, nuestro ser está concentrado en existir con intensidad en el presente, para lograr que nuestro caminar por el mundo sea vida, un estar digno y deseable para cada sujeto que existe. La muerte sigue siendo el misterio que no parece que pueda ser descifrado. La medicina puede prever con bastante finura la pronta defunción de alguien, pero nadie, ni disciplina alguna puede desvelar qué pasa tras morir. Y lo más razonable, por lo que sabemos, es que nuestro destino sea el mismo que el de cualquier ser vivo, o sea, la nada. Esto a pesar de que nuestro antropocentrismo se niegue a aceptar que ante la muerte seamos todos iguales —y no nos referimos como hizo Manrique a ricos y pobres, que también, sino a todo el reino de los organismos vivos—.
La muerte, que es la única certeza que poseemos, aunque nos da miedo porque es a la vez lo más desconocido. Sabemos que se producirá ese estado o ese no-estado, en un momento u otro, pero no en qué consiste. Morir debe ser pasar a ser nada, una nada que ya no presencia a los que dejó detrás; aunque acostumbremos a decir que descansa en paz, deberíamos reconocer que es un eufemismo que nos hace soportable el deceso de alguien querido, pensar que descansa como en una especie de edén de paz infinita. Quizás porque no podemos sostener ni tan siquiera la fantasía de que haya pasado a ser nada. ¿Qué es ser nada? ¿Polvo que se diluye y desparece?
Quienes se van de este mundo posiblemente solo resten como recuerdo en las mentes de quienes los amaron; y como todos acabaremos marchando hacia esa nebulosa misteriosa, nos acabaremos disolviendo porque ya no constituiremos ni una idea que se niega a abandonar la mente. Con cada generación desaparecerá casi la anterior, y tras dos generaciones no quedará rastro alguno de que fuimos y de quién fuimos. No obstante, nos sigue consolando creer que somos capaces de mantener vivaces a los que se han visto expulsados de su existencia.
Hoy, Eva descansa después de años de padecer, en los que ha sido un ejemplo de fortaleza y buen humor; en ocasiones nos reíamos hasta de nuestra sombra. Nos ha dejado bondad, mucha; era incapaz de entender o vislumbrar malas intenciones y sufrió decepciones, porque ser virtuoso te hace digno de ser feliz, pero no necesariamente feliz —parafraseando a Kant—. Eva era digna de lo mejor y eso lo han vivido en propia carne su marido y sus hijos, sus familiares y sus amigos.
Eva, todo irá bien, porque lo que has sembrado y nutrido entre nosotros no se borrará, y seguiremos con los tuyos, apoyando y estando disponibles para lo que necesiten. Y si cabe, celebraremos más fiestas en las que siempre brindaremos por ti. Se acabó sufrir, descansa o disípate en la nada, que te llevaste mucho dolor acumulado.