Estamos saturados, a punto de regurgitar la realidad, que de densa, espesa y desfigurada nos ha intoxicado. No hemos podido digerir tanta indiferenciación, tanta impunidad. Desde el momento en el que suceda lo que suceda las consecuencias son arbitrarias y la levedad de estas insoportables -sabio Kundera- nuestro esófago ha taponado la entrada y nuestro
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Tal vez, cuanto sucede en el mundo nos sobrepasa, formándose una red caótica de disparidades, fenómenos aislados que somos incapaces de interconectar. Sin posibilidad de establecer un cierto hilo conductor que dé cuenta del acontecer, somos como zombis que deambulan buscando quiénes eran y quiénes son ahora. Podemos admitir que no hay conceptualización que no
“El verdadero precursor no es quien propone un sistema cuando nadie lo quiere, sino más bien quien precipita el Caos y es su agente turiferario. Es una vulgaridad trompetear dogmas en plena época extenuada, en la que todo sueño futuro parece delirio o impostura. Encaminarse hacia el fin de la historia con una flor en
Zascandileamos por el mundo, así como lo hacemos por nuestra propia existencia; no con la voluntad de enredar ni inquietar a los otros, sino en mera sintonía con el caos sistémico e interior del individuo en estos tiempos que parecen no transcurrir más que para reiterarse. Somos la reverberación de un sinsentido: una nada endémica.
Si Pitágoras ya vislumbró en su teorema sobre el triángulo rectángulo una relación de proporcionalidad, fue porque debería por justicia y armonía reinar tal equivalencia en el mundo, como microcosmos. Pero, más allá de las teorías matemáticas o geométricas, de tantos, ni observamos proporcionalidad, ni equivalencias, ni por tanto justicia alguna, porque hace ya que
Declinó el día, y la noche profunda no encuentra motivos para despejarse. Tal vez se contagió, en esta época brumosa, de la visión traslúcida que nos traiciona. Menuda catástrofe si tras la noche no sobreviene nuevamente el día, de lo que ya advirtió Hume que no podíamos tener certeza aunque nadie lo creyera con
Paradójicamente se espesan los bosques entre tantos incendios y el mundo deviene un caos inescrutable.
La agitación ávida de las ideas, que se percuten cansina y fútilmente, es la absorción del caos inherente a lo externo que no se muestra, pero cuyo aparecer late evidenciando la deriva del constructo irracional humano.
Lo subversivo invierte el orden establecido al cuestionarlo como el único válido, posible y deseable. En este sentido lo singular, como rezaba el blog de mi añorada Sofía, es subversivo si antepone su idiosincrasia como la normalidad propia y apropiada. Esta contundencia de lo diferente, en algunos sistemas sociales excesivamente homogéneos, es una necesidad para