¿Todas las vidas valen lo mismo?

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Hay sucesos que, al ser tan frecuentes y abundantes en el mundo, los normalizamos. Inundaciones, incendios, desastres naturales, en general, que arrasan con vidas y con la posibilidad de continuar haciéndolo en condiciones dignas. Podría enumerar diversos ejemplos que vemos a diario en periódicos y noticias. Entre estos sucesos, lo más cruel sea quizás la pasividad con la que recibimos noticias de esas guerras que nos “quedan lejos”, como la cantidad de conflictos armados en África y las condiciones de vida, que podrían provocar conflictos armados, en países de América Latina. Esto no ocurre, sin embargo, cuando la guerra se produce a las puertas de Europa y de manera decisiva, aunque supuestamente indirecta, nos implicamos en ella, no por lo que pueda sucederles a los humanos que quedan destrozados -casi es literal- en esas masacres, sino porque tememos que nos salpique de una forma u otra. Supongo que el lector ya está pensando en Ucrania.

Este hecho por sí mismo, junto al post que publiqué hace unos días[1], constituye la evidencia incuestionable de que todas las vidas no valen los mismo. Somos capaces de construir relatos que justifiquen que sí, pero nuestra sensibilidad está gravemente mermada y, nunca, sentimos el horror de los ajenos a nuestro mundo del bienestar de la misma manera que nos conmueve la sangre de los que consideramos semejantes a nosotros. Dejemos a un lado la hipocresía y reconozcamos ese egocentrismo de lo que se ha dado en considerar Occidente.

La denominada globalización no ha supuesto una equiparación de la consideración que hacemos del valor de las vidas de unos y de otros. Llevamos incrustado el racismo, la xenofobia y el menosprecio de los que son muy diferentes. Este tipo de exclusión sea, quizás, la más acusada e inmoral de cuantas ejercemos contra los otros. Puede afirmarse lo anterior porque nuestra actitud es absolutamente de indiferencia, que es peor que abandonar para lo cual es necesaria una cierta voluntad de desasistir al otro. Inclusive, hay quien se lamenta de que mientras come los telediarios solo emiten noticias de personas –sí, personas– que en masa son eliminadas, otros desnutridos y a punto de morir de hambre, porque nos son desagradables.

Esta actitud en la que nos podemos reconocer todos, o casi, es más alarmante de lo que parece a simple vista. Nos quejamos de que nos hagan ver lo que no queremos ver, porque puede indigestarnos lo que ingerimos, pero nunca elevamos una protesta contundente, colectiva y concienciada de que en el S.XXI haya situaciones que no han variado fruto de imperialismos añejos, y de las formas más discretas y sutiles de los imperialismos actuales.

No obstante, nuestra actitud es solidaria de lo que no hacemos con los que viviendo en nuestras ciudades y barrios se encuentran en situaciones de pobreza alarmantes. Aquí el racismo, aunque no siempre, vuelve a entrar en juego, ya que con un indigente de raza blanca si va sucio y cubierto de harapos, nuestra reacción es alejarnos, por mucho que demande y clame, no nos acercaremos a comprobar qué le sucede. Cierto es que tenemos miedo de ser engañados, y a muchos nos ha ocurrido; aunque es un tipo de engaño orientado siempre a obtener dinero que a los que mendigan por la calle nunca los hará ricos. Sin embargo, la delincuencia denominada de guante blanco, aunque denostada, es mucho más comprensible para todos. En el fondo nos preguntamos qué haríamos nosotros si tuviéramos la oportunidad de apoderarnos de sumas inconcebibles de dinero de esa forma tan elegante que utilizan las clases altas.

Lo que pretende evidenciar este escrito es que hay numerosas pruebas y hechos que demuestran que no todas las vidas valen lo mismo, esto no solo para los que ostentar el poder económico mundial, sino para cada uno de nosotros, con nombres y apellidos, aunque deseemos zafarnos de reconocernos así, solo la doble moral y la hipocresía pueden llevarnos a defender teóricamente -que es fácil, pero nunca con acciones- que todo individuo humano posee el mismo valor. Ojalá fuésemos más sensibles y afectables por lo que le sucede al Otro, más allá de la lejanía o cercanía espacial.

Cada visualización de estos fantásticos artistas, hay muchos vídeos de Masaka Kids Africana colgados en You tube, contribuye para recaudar fondos para mejorar sus vidas. Esperemos que así sea.

[1] https://filosofiadelreconocimiento.com/2023/08/13/el-mediterraneo-el-mar-de-la-muerte/

Plural: 2 comentarios en “¿Todas las vidas valen lo mismo?”

  1. Ingenuos filósofos que todavía creen en el Santo clos…No todos valemos lo mismo, baste con contar likes y seguidores, más claro aún , quien no tiene su Face, Instagram, Tik tok o pertence a alguna orden de San Narciso…No existe…asì , como dicen en aquellos rumbos de la madre patria: «Fueron felices y comieron perdices ( si les alcanza para comprarlas, claro esta…)….Lo sé mi otro Yo carece de perdón…saludos…

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