Nadie dijo que vivir fuera fácil.

4 comentarios

Nadie dijo que vivir fuera fácil. Esta sentencia, cuyo origen desconozco si es que no es un dicho popular, al igual que otros, encierra en sí un cúmulo de experiencia, veracidad contrastada por muchos que sentimos encarnada en nuestra propia existencia. Las dificultades cotidianas que destemplan nuestro deseo de vivir van convirtiendo el existir en un desafío que tenemos el derecho de aceptar o rechazar.

Suponiendo la asunción del mayor reto para un humano, solo poder ser afrontado con la conciencia de que somos por los demás y para los demás, al igual que ellos. Es recíproco este depender de lo otro para llegar a ser, quien seamos, y de la necesidad de los otros para que el desafío pueda ser sostenido.

Dicho lo cual, lo problemático es que la interrelación es un acicate, a la vez que un surtidor de dolor. El hecho de no poder vivir sin los otros, esa necesidad y dependencia hace de nuestro mayor nexo con la vida, nuestro mayor tormento.

Si fuésemos independientes unos de los otros careceríamos de una de las cualidades que nos convierte en humanos, ya que forjamos nuestra identidad a partir de la necesaria relación con quienes nos cuidan, primero, que nos permiten desarrollar nuestra condición de humanos al adquirir el lenguaje y de los otros, en segundo lugar, con los que continuamos desarrollando afectos, emociones y simultáneamente la capacidad racional. Sin lo mencionado seríamos niños salvajes.

Ahora bien, si hay algo complejo, oscilante y siempre fuente de sufrimiento -aunque también de placer- es precisamente establecer vínculos, comprometernos con otros, ser leales. Nuestro ser mudable tiene una capacidad limitada de vincularse auténticamente a otros. Acabamos defraudando, mintiendo para no herir -lo cual acaba hiriendo aún más- y sintiendo la necesidad de ampliar nuestro horizonte de interacciones sin saber cuidar los vínculos que ya habíamos establecido y que, por su transparencia y veracidad, eran de esos que nunca deberíamos romper. No es que haya vínculos intocables -y menos de sangre- sino que los que nos permiten ser en libertad nosotros mismos -esos que vamos cambiando de crisis en crisis- constituyen, quizás, los vínculos auténticos.

Contrastar lo dicho, puede hacerse observando cómo las personas que se han visto vacíos de vínculos significativos desde su nacimiento han sufrido un periplo vital lleno de contrariedades, tal vez originadas por su carencia originaria. Si compramos el desarrollo de los que han experimentado un vínculo seguro, con los que no, desde su llegada al mundo, tendremos un indicador, casi incontestable, de que la gran mayoría de abandonados emocionalmente han tenido después una existencia más difícil o dolorosa.

Nadie dijo que vivir fuera fácil, sin embargo, para unos lo es más que para otros, y querría destacar aquí que un factor determinante, porque nos humaniza, es cómo se han desarrollado nuestros vínculos primarios y cómo después hemos dispuesto de más o menos herramientas para conectar saludablemente con los otros. Obviamente no es el único elemento que condiciona de forma nuclear nuestra vida, pero sí uno al que a veces no se le otorga la relevancia que tiene.

Los verdaderos héroes son actualmente los que ante la diversidad de contratiempos -incluida la carencia de vínculos que hemos expuesto- siguen luchando por algo, y ese algo es único, intransferible y subjetivo.

Plural: 4 comentarios en “Nadie dijo que vivir fuera fácil.”

Deja un comentario