Los cojones de LOS SEÑORES DE LA GUERRA.

En la imagen faltan otros muchos «señores de la guerra»

Siempre he pensado que las guerras eran una cuestión de “cojones”. Esa necesidad que tienen algunos de ponerlos encima de la mesa para que se vea lo gordos que son y, en consecuencia, quién es más fuerte, tiene más poder y más capacidad de someter al otro.

Esta percepción, que dicha así resulta muy poco filosófica, creo encierra algo de verdad si nos atenemos a la historia y los conflictos bélicos -creo que casi incontables- que se han producido, y los que ahora están en llamas.

Si intentamos diseccionar más el asunto es crucial diferenciar a los señores de la guerra, los que deciden desatarla, de los que van obligados o no a poner sus cuerpos y, por supuesto, a estas alturas ya, la población civil que sabemos que es uno de los objetivos prioritarios -aunque no se declare-.

Los primeros son los exhibicionistas, que además de por el placer que les proporciona mostrar sus partes, se mueven por intereses que acaban siendo particulares, ya que posteriormente el pueblo poco se beneficia de los logros económicos que comporta una guerra. Sí sufren en primer lugar y en primera persona la devastación y la muerte.

Los segundos son los peones de la partida de ajedrez, cuyo valor es una menudencia al servicio de los objetivos de la guerra. Caen como moscas, descuartizados y como anónimos cuerpos que poco importan en la partida. Son sus seres queridos los que rabian de dolor, los lloran y se les convence que la culpa es únicamente del enemigo de turno. Suelen ser jóvenes adoctrinados, que creen que vale la pena morir, matando por una causa que debería ser resuelta de la única forma posible: dialogando y pactando. La guerra es siempre el fracaso de lo más digno que debería tener el humano.

Lo últimos son los denominados efectos colaterales, la población civil que se encuentra en un atolladero sin saber cómo protegerse de tanta irracionalidad. Tienen conciencia de que son objetivo por devastar tan importante como los operativos militares. Ya nadie se cree eso de que los ataques indiscriminados son un error de cálculo; escuelas, hospitales, viviendas, mercados, …

Existe otro tipo de guerras que se desatan entre diversas etnias de un mismo territorio, queriendo una someter o eliminar a la otra; entre facciones diversas de una misma religión, …en fin aparentemente diferentes a las anteriores, pero en el fondo no tanto, solo más desorganizadas.

Visto lo anterior, las causas que llevan a un conflicto armado son históricas, económicas, étnicas, y tan complejas, que quien entra en un discurso maniqueísta está haciendo una simplificación superficial del asunto. Cada bando de la contienda da sus razones, y vistas así pueden tener cierta consistencia; sin embargo, al escuchar ambas te das cuenta de que solo hay dos posturas radicalizadas que no atienden a palabras y auténticas razones, ya que la guerra nunca debería ser una opción.

No peco de ingenuidad. Sé que siempre acaba siendo la opción para algunos, lo que intento es reivindicar que la postura de la comunidad internacional debería ser que nunca se resuelve un conflicto con una guerra que deja tras de sí miles de muertos -o millones-, hambre, personas sin viviendas, sin nada, y unas heridas irreparables que marcarán el futuro de todos.

El panorama geopolítico actual es alarmante, ya que las coaliciones comerciales son a su vez militares; por razones económicas se va diseñando un mapa de alianzas que deben hacer temblar al mundo. La sombra de una tercera guerra mundial está siempre presente y podemos intuir que ésta podría ser la última guerra. Quizás no vale la pena preocuparse por el cambio climático u otros problemas de futuro. Si dependemos de iluminados que siguen poniendo los cojones encima de la mesa, poco durarán otros problemas para la humanidad.

Una nota a pie de página: lo de los cojones tiene sentido en un mundo patriarcal como el nuestro. Si no identifiquemos quiénes son los señores@s de la guerra. Me temo que machos cabríos.