¿Cómo «vemos» lo genuino, propio y ajeno?

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IMAGEN: Fundación EOI

Entre una nebulosa óptica, que será pasajera, el impulso de escribir emerge salvando cualquier escollo. La palabra yace arraigada en la experiencia que reclama ser tamizada por el pensamiento. Así, aunque el sentido de la vista se halle mermado, no sucede lo mismo con la imperiosa necesidad de revestir de lenguaje lo sentido, vivido y padecido. Mas no es rigurosamente recubrir lo que necesitamos para aprehender la experiencia, sino que ésta valiéndose del lenguaje se muestre en su condición más genuina. Como si vivencia y lenguaje casi de fusionaran, aunque sea una quimera. Esta autenticidad que constituye simultáneamente sentir y comprender lo sentido, continúa siendo una urgencia -hayamos disminuido el sentido de la vista o no-. Porque si las vivencias se desparraman y nos desbordan nos desestabilizan, en lugar de proporcionarnos lo más genuino que brota en nuestro interior.

De ahí que, la auténtica vista se dirija al interior de cada uno, para que posteriormente, sabiendo cómo somos, conectemos con otras interioridades ante la presencia del otro: en silencio, con un diálogo lacónico o con un derrame de la experiencia vivida, y por voluntad propia, al otro.

La neblina que dificulta la visión es frecuentemente mental.

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