Texto del año 2016 revisado. Quien se formula semejante cuestión usando la elasticidad del lenguaje, para suscitar sutilmente la disparatada idea en sus interlocutores de que tal vez no haya límites, está iniciando un juego arriesgado. Podríamos hacer una lectura benévola y ver en la pregunta un quiebro sugerente, por cuanto puede estimular el esfuerzo
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Las fronteras difuminadas entre lo otro y el yo estimulan la compasión que deviene nítido padecer propio; ante esta carencia de límites no hay más posibilidad que el hundimiento simultáneo: el de quien en un principio sufría y el de quien ahora es el otro.
“Si las pautas de unos y ceros eran ‘como’ pautas de vidas humanas, si todo lo referente a un individuo podía representarse en expediente de computadora mediante una larga cadena de unos y ceros, entonces ¿qué tipo de criatura se representaría mediante una larga cadena de vidas y muertes? Tendría que ser al menos un
Idear una forma de vida que pueda zafarse de la institucionalización es tal vez una quimera que puede desembocar en la auténtica desesperanza de formas alternativas de vida. ¿Cómo construir una vida ajena a las cadenas de la estructura que sustenta un sistema, dentro del sistema? Seré pesimista, o profundamente relista, pero se me antoja
La libertad de expresión es uno de los derechos civiles básicos de una Sociedad democrática, pero no solo porque permite al individuo manifestar su opinión respecto de cualquier cuestión, sino porque la democracia debe garantizar que esta libertad se ejerza con respeto. Actualmente, tendemos a confundirla con “decir lo que me dé la gana” y
Lo raro lo es por comparación con lo normalizado, es decir lo sometido a los límites de lo establecido socialmente. Pero, cuando un sistema social, hipócritamente, estimula y elogia la aparición de lo raro, éste se torna en lo normalizado y la extrañeza se esfuma, tan solo aparentemente.
Manejamos sentires distintos en un tiempo común y esa coincidencia desajustada eleva murallas de incomprensión, gestando, a su vez, una distancia inmensurable que nos aboca a una divergencia arriesgada. Será que el trato con los otros evidencia los límites infranqueables de cada sujeto.
Algunos jóvenes padecen el síndrome del desnortado. En especial, los que provienen de familias acomodadas que han proporcionado más de lo aconsejable a sus hijos. Este cuadro existencial –el del síndrome mencionado- consiste en, habiendo accedido prematuramente y sin esfuerzo a cuantos bienes materiales ofrece la sociedad de consumo, sentirse satisfecho materialmente y, por ende,
Quien sabe decir No, percibe nítidamente los límites del yo y el otro, de lo bueno y lo nocivo, especialmente en aquellas circunstancias en que lo obvio, no es más que una apariencia de lo que yace sospechosamente.
Divagamos somnolientos con unas manos prohibidas que desinhibiéndose se posarán como un ungüento de seda acaronando las nuestras. Será ese el instante decisivo, en que le seguirá un abrazo contenido, un reconocimiento facial íntimo y un beso infinito teñido de una ternura inefable. Y tras ese deseo realizado, todo tenderá al final. Porque podemos fantasear