El miedo de ser vistos.

No hay comentarios

Todo acontecer parece carecer de importancia, inmersos en un marasmo de sucesos, nada es ya acontecimiento sino accidente nimio, entre los que vamos sorteando la existencia.

Habituados a ver, protegidos por imágenes, las atrocidades más inhumanas, cuanto hay se desliza por una indiferencia sin discriminación. Nuestra sensibilidad puede tolerar un anuncio poco oportuno, con la misma imperturbabilidad que la realidad que se desdibuja entremezclada con la mayor de las banalidades.

Nos han y nos hemos dejado desensibilizar. La mejor estrategia para paralizarnos. Han absorbido nuestra pasión, nuestra rabia, nuestro sentido de la dignidad, y metabolizamos cualquier suceso. Parece que no tenemos límite infranqueable, que estamos dispuestos a vendernos por un plato de lentejas, y que lo único que sí nos altera y preocupa es no ser nunca los protagonistas de esas imágenes.

Somos miserables, mediocres, como conejillos de indias temerosos. Nos protegemos, nos sobreadaptamos, con el propósito de no destacar, de no ser vistos, de no ser tomados en cuenta. Lo mejor que nos puede suceder, creemos, es que no se aperciban de nuestra existencia.

Sin embargo, nosotros sí tenemos noticia de nosotros mismos. Conocemos nuestros secretos más execrables: ese gesto de desviar continuamente la mirada para que nadie vea que vemos. Y posiblemente algún día, seremos el objeto de la mirada de muchos. Entonces tomaremos conciencia del mal que nos hemos hecho, unos a otros.

Deja un comentario