La corporalidad se dice de muchas maneras.

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La tristeza ante determinados sucesos, o inclusive recuerdos traumáticos, es un sentimiento indicativo de salud mental. Extraño sería que un individuo no fuese capaz de sentirla en ninguna situación, ya que posiblemente estaría bloqueando sus emociones, en especial aquellas de las que tiene miedo, aunque sea inconscientemente, de no poder librarse nunca más. Podemos sentirnos tristes en momentos, días o períodos concretos sin empeñarnos en que desaparezca ese sentimiento. Otra cuestión distinta sería que esa tristeza se prolongara en el tiempo excesivamente y, en consecuencia, estuviera interfiriendo en nuestra vida cotidiana, impidiéndonos hacernos cargo de los compromisos laborales, familiares, relacionales.

De igual manera, podríamos mencionar la rabia, los celos, la envidia y toda una serie de sentires que se nos ha doblegado para vehicular de forma conveniente para la cultura.

Los tiempos actuales nos invitan a huir de estas emociones que se consideran negativas y. peor aún, existe una tendencia muy pronunciada a patologizar la existencia, como si esta no conllevara en sí misma dolor, al igual que placer.

El cuerpo se dice de muchas maneras, o se expresa con una diversidad de gestos, articulaciones, padecimientos y goces que deben tener la posibilidad de manifestarse libremente. Si somos corporalidad, toda emoción está imbricada materialmente, sintiendo en algunos momentos una energía inmensa y en otros dolores musculares, cefaleas, …las emociones pujan por emerger porque son movimiento, temblor y estremecimiento y cualquier intento de reprimir esa agitación nos puede enfermar. En el sentido de creer que padecemos algún mal orgánico y confundirlo con ese aplastamiento de los sentimientos.

Es cierto que, si todos expresáramos sin restricción lo que sentimos, nos dañaríamos los unos a los otros y la convivencia sería inviable. Pero también lo es que, la flexibilidad de lo social debe considerar esta condición corporal del humano, de tal manera que podamos ser como somos y, en consecuencia, como los lugares sociales no se adecuan a nuestra condición, deben ser transformados para que podamos liberarlos de tanta impostura y fingimiento. De lo contrario, aquel que explaya su corporalidad acaba siendo considerado raro, o inclusive loco.

Ser corporalidad exige una condiciones materiales de existencia que no se han contemplado hasta ahora y que son necesarias, si no queremos que la patología esté justamente aplicada, porque nos hayamos convertido tras esa lucha inútil en individuos desplazados de nosotros mismo, nunca coincidentes en ningún instante.

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