Nietzsche: sufrimiento y goce.

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El fragmento pretende dar cuenta de cómo Nietzsche concibió el dolor inherente a la vida humana. Nunca como algo a eludir, o a evitar como sostendrían los estoicos, o, sin ir más lejos, su maestro inicial Schopenhauer. El sufrimiento, enfrentarse a él, constituyen un endurecimiento que ayuda a no caer en el pesimismo o a cualquier forma de abandonarse. Recordemos aquí la famosa frase extraída de un aforismo del pensador alemán: “Lo que no nos mata, nos fortalece”, y a base de fortalecernos por la capacidad de soportar el dolor, de sufrir, estamos aquí, no solo vivos, sino entendiendo la vida como lo deseable en sí mismo.

Esta aceptación del dolor y el placer, constituyen en Nietzsche una dialéctica -que recupera en alguna ocasión citando a Heráclito- crucial e innovadora. Si los inicios de lo que fue la herencia griega en Occidente trataron el dolor como el mal del que huir, buscando afanosamente el placer o la felicidad, Nietzsche de un mazazo muestra que la vida es una dinámica fluctuante entre ambos estados y que eliminar uno de los dos equivale a negar la vida misma. Vivir es afrontar el dolor de cuyo sufrimiento surge una fortaleza que nos capacita para sentir el placer, el goce. Y es lo dionisiaco -lo sensible, lo que nos hace sintientes- y no lo apolíneo -la rectitud y rigidez racional- la aptitud que nos permite disfrutar de la vida, reconociéndola como lo realmente deseable.

Claro está que los que se hunde en el regocijo de sufrir, se victimizan y demandan una compasión que aquí sería equivalente a la pena, no poseen la autonomía, ni la capacidad de la autoafirmación porque se han debilitado, en lugar de fortalecido, creyendo que esa era la manera de compensar el dolor del mundo. La visión dionisiaca del mundo es la vía para poder afirmar la vida en sí misma, como el valor, porque solo quienes poseen la sensibilidad de sufrir y fortalecerse, poseen la de gozar y enriquecerse, en una dialéctica casi juguetona entre dos elementos que no son contrapuestos, sino que están interactuando en la vida humana continuamente. Haberse apercibido de eso es lo que tal vez nos da la sabiduría para vivir, gracias a la terca resistencia a dolor, el endurecimiento y el reírnos inclusive de nosotros mismos. El pensamiento de Nietzsche, todo lo que narra mediante mitos, metáforas y un lenguaje poético, no es un constructo teórico, sino el relato filosófico-literario y poético de su propia vida. Aquí está, tal vez, el motivo por el que sus palabras transforman la existencia, no solo por los martillazos que da al filosofar, sino por la tremenda conexión con la experiencia singular y colectiva de la vida como un dinamismo, aparentemente paradójico.

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