Si mi cuerpo se desliza por la grava, todo el recorrido queda acusado por la epidermis, órgano que debía protegerme. Sin embargo, no hay tránsito que sorteando obstáculos no deje algún trauma como recuerdo indeleble. Eso es vivir hasta las últimas consecuencias, asumir las cicatrices del camino, incluso si eso nos lleva a des-vivirnos.
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IMAGEN: Hom Nguyen https://www.facebook.com/141876642592876/photos/1871266216320568/ Nunca sabemos cuándo sentiremos que se trunca la vida y nos hundiremos en el légamo pegajoso de la desdicha. Un aldabonazo imprevisto, que nos noquea así, es un punto de inflexión del que pueden emerger una diversidad de arterias más o menos sangrantes. En esos momentos es crucial disponer de alguien

