Se deslizaba sinuosamente bajo la mesa del comedor, enredándose como una hiedra entre las patas de las sillas, con sumo cuidado para no romper el silencio que destilaba la sala. Era menudo y hábil, lo cual le otorgaba una ventaja adaptativa en el entorno de crispación en el que se hallaba. Parecía el niño serpiente,
