Se deslizaba sinuosamente bajo la mesa del comedor, enredándose como una hiedra entre las patas de las sillas, con sumo cuidado para no romper el silencio que destilaba la sala. Era menudo y hábil, lo cual le otorgaba una ventaja adaptativa en el entorno de crispación en el que se hallaba. Parecía el niño serpiente,
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No hubo llanto en tu plácida huida del útero, sino la calma anómala de quien se siente plena y apacible. Toda tú blanca como un peluche reluciente y susceptible de ser besuqueado hasta la saciedad. Llegaste sosegada a un mundo que nadie, si pudiera desear, desearía al nacer. Una primera infancia en la que tu
IMAGE: Guardardeviantart.comBaby Z by hydr0choerus on DeviantArt Nadie dijo que fuera fácil ser concebido, tal vez sí flotar nutrido y sin esfuerzo en el útero materno hasta que el destino nos expulse por ese canal estrecho al que debemos amoldarnos, para nacer; nacer y recibir un azote para arrancar a respirar; tras lo cual y
Deslizándonos, sin ejercer la voluntad, por la pendiente del tiempo, gastamos ese tramo incognoscible en el que existiremos. Porque el trazado de la vida es una inclinación descendiente que se consume, aunque se nos presente como un escarpado montículo laborioso de trepar. Y es que el tiempo se esfuma sin apercibirnos en el afán de
Somos, existiendo, sin saber cómo sostener esta extraña condición, en la que nos concebimos a zarpazos ondulantes, no alcanzando nunca un saber estar sereno. Y así culebreamos por el árido desierto de la ignorancia, con el sentimiento de no poder, verbalizándolo, pero siguiendo, a pesar de ser nosotros los que susurramos agónicamente no poder –como
Seguimos respirando, evitando los jadeos, mientras esperamos pacientes que todo llegue a término. Es la tregua concedida a la existencia para que se legitime: que aflore el sentido velado de poseer autoconsciencia sin atisbar ni propósito, ni fin; como si pudiera uno sostenerse por inercia, cuando la noción del sí mismo exige sediento un relato
Los seres humanos tenemos el gran privilegio de optar por existir o vivir. En cualquier caso somos responsables de nuestra elección, una vez nos han nacido –como afirmaba Cioran-
Venimos a existir sin nada, necesitados de mucho para poder vivir.
El humano existe y se muestra en sus acciones, tal vez el único contínuum que nos identifica.
Las banalidades son, en último término, las cenizas que llenan la urna tras nuestra incineración ¿qué somos, pues?