La política hace ya tiempo que menguó su naturaleza moral porque, aunque siga presente, sin ninguna credibilidad ni legitimidad en los discursos políticos, su presencia es un ornamento necesario, vacío y proferido sin ninguna convicción.
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La edad conlleva un cansancio que nos fragiliza. Las conversaciones que exigen dialécticas acaloradas donde -más que los puntos de encuentro o las síntesis clarificadoras- se busca el vencedor retórico, son fútiles excesos que ya no proceden, ni convienen, ni interesan. Esas canas que nos identifican, nos sosiegan y nos atenazan como seres catatónicos ante
El exterminio directo o indirecto de seres humanos cosificados, que el cinismo del progreso ha hecho posible, es el mayor horror que seguimos practicando sin pudor alguno. Esta es la auténtica culpa que la humanidad encarna, de la que nunca hallaremos redención más aún si no hay conciencia de monstruosidad. Somos el desguace de los
No elegimos de quién nos enamoramos porque, ante nuestra propia perplejidad, hay personas que despiertan esa chispa de irracionalidad que diviniza al otro. Nuestro entendimiento decae, nuestra pasión se intensifica. Y ahí nos encontramos, sometidos al embrujo químico de alguien. Pero sí decidimos a quién queremos amar. Obviamente nunca es un acto de pura racionalidad;
Cuando el objetivo de nuestras vidas es la felicidad, una ansiedad nociva se ha disparado en nuestro interior. La existencia, como misterio que vamos aprehendiendo por la experiencia, no admite fines ulteriores que exigirían una comprensión global de su naturaleza. En la medida en que forzamos un sentido vital sin poseer el conocimiento de qué
No somos, per se, viajeros o navegantes que resiguen cada línea del mundo gozosos de cumplir su Telos. Antes bien, parecemos, y acaso seamos, seres arrojados desde el negro horizonte, como adolescentes expulsados de una tribu para lograr su madurez. En este no-siendo, sin saberlo, la búsqueda de identidad es una cadena perpetua, encubierta, orientada
En el momento en que Occidente abandona el culto al Sabio, por la veneración al Santo, una convulsión profunda se está manifestando en lo substancial de la cultura: se escinden bondad y sabiduría, nada vincula ya el conocimiento con la moral, los ignorantes pueden llegar a la virtud y la excelencia moral. Se ha disgregado
Cuando nos sentamos ante un papel –o pantalla- en blanco, podemos sentirnos atrapados por compulsiones que nos harían verter contenidos inapropiados, pero protegernos, a la vez, gracias a la acción de un sensor de autodominio que inmediatamente descargase su sabio elixir. Tal vez la pasión sea siempre enemiga de la reflexión, pero la reflexión sin