Cuatro sillas arrimadas a una mesa. Una vacía repleta de presencia. Un estar sutilmente reclamando su lugar arrebatado, tras años de sufrir. Un desenlace precipitado, pero no inesperado. Aunque, a decir verdad, ¿quién está preparado para ese instante en el que el hálito del alma deja de palpitar? Y súbitamente la vida es ya muerte,
