El sentido común es nuestro mejor y simultáneamente nuestro peor consejero. De entrada, porque previamente deberíamos detenernos a repensar qué significa esa expresión. Aquí se halla el primer escollo. Unos dirían que: “lo que habitualmente se entiende por sentido común tiene mucho que ver con las reglas sociales, como el modo de vida validado en
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Vivimos sometidos a los avatares de la naturaleza, esa que desde los albores de la humanidad hemos ido, progresiva e intensivamente, maltratando para explotarla y beneficiarnos como especie. El cambio climático, a pesar de los negacionistas de turno, se va haciendo patente en catástrofes naturales de índole incluso polarizada -o por exceso o por defecto
La prudencia es buena compañera del sentido común, aunque en ocasiones juntas se tornan cobardía, legitimadoras de acciones u omisiones que no ocultan más que miedo.
Apelar al sentido común es el recurso de quien se quedó sin argumentos. No hay común forma de razonar cuando las emociones se han desparramado por la cadena de argumentaciones. Incapaces de lo que constituye un diálogo, y no dos monólogos de sordos, acuden al sentido común tal cual, como si hubiese algo de tal
La alegación a la sensatez es el recurso desesperado al que se recurre cuando la racionalidad ha fracasado.

