Virando desde la ingenuidad del infante cuyo cristalino mirar solo percibe la transparencia de los gestos y arrumacos que recibe, sin posibilidad de entrever lo velado y auténtico, advenimos versiones creativas de esos adultos que han jugado sucio en nuestra presencia; aventajamos en impostura a los que nos han precedido, deviniendo opacos y oscuros para impedir la destreza de vislumbrar quiénes somos y qué reglas nos guían. Y, de esta forma, por enlace generacional, vamos mejorando la perversión de lo que implica ser un humano, degradándonos hasta no-ser. Es una perspectiva cotidiana y llana de posthumanismo, porque no solo la tecnología nos distancia de lo que somos.
No-ser humano
Etiquetas: Adultos, desviación de lo propio, engaños, Impostar, Infancia, Ingenuidad, no-ser humanos
Publicado por Ana de Lacalle
Escritora alacallefilosofiadelreconocimiento.com Ver todas las entradas de Ana de Lacalle