Hundidos en un tumulto de acontecimientos deshumanizantes, transitamos sin rumbo, melancólicos y abrumados de desidia; porque allí donde no cabe ningún destello de compasión, ni piedad ¿qué podemos esperar sino es el cataclismo aniquilador de los que sobran? Y el excedente mantiene un rostro destrozado por el dolor, su nombre, su identidad y acaso una vana esperanza de sobrevivir, donde quien dispone no desea más que su exterminio.
Los hombres cegados por el poder son un lobo para el hombre.