La Filosofía no es «una paja mental»

Un comentario

La  especulación es, en sí misma, un ejercicio estéril porque de ese esfuerzo no se deriva ninguna conclusión nítida, certera, ni tan siquiera un cierto grado de convicción. Partiendo de opiniones –que no conocimientos más o menos ratificados-  edificamos un entramado de surcos que nos llevan a la confusión desesperante.

No obstante, los humanos tendemos a especular porque nos empecinamos en adentrarnos en cuestiones que nos superan, se escapan a nuestra capacidad de aprehensión  y nos llevan a construir castillos en el aire.

De la Filosofía se ha hecho y se hace, a veces, mera especulación que en argot popular equivaldría a algo semejante a “hacerse pajas mentales”. Cierto es que el saber popular no debe ser el criterio de demarcación a partir del que derivemos de qué debe ocuparse la Filosofía, pero sí entiendo que puede ser un cierto indicador, cuando aquello de lo que se ocupa esta disciplina no está arraigado en la vida humana, y es en consecuencia denostada como una actividad  inútil. Cabe aclarar que no entiendo el término utilidad en un sentido pragmático materialista, sino que reconozco la utilidad de lo inútil, como brillantemente explico Nuccio Ordine, cuando el ejercicio de algo contribuye a nutrir interiormente al sujeto humano, en la medida en que le proporciona un cierto sentido y plenitud a su vivir.

En esta línea, la Filosofía no es en absoluto inútil, siempre y cuando no se convierta en mera especulación que se desarrolla casi entre copa y copa, divagación tras divagación, dejándonos únicamente el sabor de la boca borracha –Carlos Zanón-

Así aunque pueda, como un ser humano movida por la inquietud, especular lo hago como placer onanista, o bien porque detecto que mi interlocutor se toma el objeto de divagación en serio. No obstante concibo la actividad filosófica encarnada en la vida con el propósito de enriquecerla y ser por tanto crítica y búsqueda de alternativas para una vida mejor, en todos los aspectos. Huyendo por supuesto del riesgo de convertirla en ideología y por ende al servicio de determinados intereses que no son necesariamente bienes preciados y valiosos para el conjunto de la humanidad.

Un bien, preciado y valioso, es aquel que contribuye a la dignidad, es decir a que un sujeto pueda sentir que la vida vale la pena, porque hemos sido capaces de proporcionar las herramientas –materiales y espirituales- para que todo sujeto esté en condiciones de hacer de su existencia, vida. Algo que no se padece –como sería existir porque ya existo- sino que anhela mantenerse porque se considera valioso, preciado y deseable.

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