La inutilidad de la inocencia en Cioran (revisión del artículo publicado el 8-12-2018)

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 “No hay forma más dolorosa de sentir la irreversibilidad del tiempo que a través del remordimiento. Lo irreparable no es otra cosa que la interpretación moral de esa irreversibilidad. El mal nos desvela la sustancia demoníaca del tiempo; el bien, el potencial de eternidad del devenir. El mal es abandono; el bien, un cálculo inspirado. Nadie conoce la diferencia racional existente entre uno y otro. Pero todos sentimos el doloroso calor del mal y la frialdad extática del bien.

Ese dualismo transpone al mundo de los valores otro dualismo más profundo: inocencia y conocimiento. Lo que diferencia el remordimiento de la desesperación, del odio o del honor es una ternura, un sentido patético de lo incurable.

¡Hay tantos hombres a quienes sólo les separa de la muerte su anhelo por ella! En este anhelo, la muerte convierte la vida en un espejo en el cual poder admirarse. La poesía solamente es el instrumento de un fúnebre narcisismo.”

Cioran, El ocaso del pensamiento, Fábula Tusquets Editores, Barcelona 2014, pg. 14

Aquello que puede volver a un estado o condición anterior, y que es por tanto reversible no es fuente de culpa, porque siempre puede ser fundido en el no haber sido. Mientras que lo irreversible, lo que ya no puede ser traspuesto, genera inquietud, pesar interno ante lo realizado por considerarlo malo. Esta maldad es para Cioran una interpretación, lo irreversible, que nos hunde en el fango temporal de lo perverso y demoniaco, mientras que su contrario, el bien, nos brinda a palpar la eternidad de un tiempo en que no hay irreversibilidad, dada su infinitud. Así, según el filósofo distinguimos este dualismo moral no por la razón, sino por la sensación, la emoción, a saber, el doloroso calor versus el frío extático. Esta constatación es parcialmente veraz si recordamos reacciones que, sin el curso de la razón, provocan de forma inmediata en nosotros determinadas acciones. No necesitamos, en ellas, la intervención de la deliberación para obtener la convicción emocional de haber hecho el bien o el mal. No obstante, existen situaciones de una complejidad tan enorme que, parece que cualquier acción, nos nutre simultáneamente del dolor y el éxtasis, de ese dualismo que vivimos con la ambigüedad que presentan las circunstancias en las que debemos actuar a menudo. Y tras ellas, el dualismo más relevante, según Cioran: la inocencia y el conocimiento. Esta ternura o sentido patético de lo incurable, según palabras del autor, es el umbral que se cierne entre quien actúa con inocencia y quien lo hace con conocimiento, con conciencia de cultivar ese doloroso calor del mal. Es destacable que, quiéralo o no, parece como si Cioran estuviese realzando lo decisivo de la intención, en lo que a la irreversibilidad del tiempo y, por ende, del remordimiento o la esperanza en una eternidad reparadora, como un heredero kantiano al uso. Fijémonos que distingue remordimiento/desesperación, del odio al mal sucedido y el honor de haber actuado con inocencia. Y ciertamente, deberíamos recuperar la bondad de la intención con la que llevamos a cabo una acción porque considerando la amalgama de factores y diversidad de individuos pasivos que se ven afectados por la consecuencia de nuestros actos, más que una sabiduría extática, se nos puede exigir la voluntad inocente de no alimentar más el dolor.

Por esto, y aquí aparece el realismo pesimista de Cioran, parece que el mero hecho de actuar convulsiona lo que nos rodea, de tal forma que la única liberación parece ser anhelar la muerte, y mientras esta acontece solo nos resta el anhelo, el deseo de morir, como espejo que, reflejando nuestra aspiración fúnebre, nos concede la poesía, o diríamos ampliando la perspectiva del pensador rumano, el arte como narcisismo luctuoso, como anhelo de autoaniquilación.

Reverberan estas palabras en la conciencia, que hemos adquirido a base de batacazos, sobre la viabilidad de cambios que nuestro mundo: la escalada interminable e inútil de Sísifo de subir el enorme pedrusco a la cumbre. En consecuencia, si Cioran asume la condición pasiva de “esperar” morir como la única liberación a la que podemos aspirar, Camus -el “padre” del Sísifo tenaz e incansable- se pregunta ¿por qué no me suicido”, si, al fin y al cabo, la existencia es ese ciclo fracasado en la persecución de cualquier fin; o siguiendo al pensador rumano, el anhelo es morir ¿Por qué esperar a que acontezca lo que nos va a liberar del sufrimiento inexorable? He aquí, la pregunta fundamental de la Filosofía para Albert Camus, y el desafío al que cualquiera debería enfrentarse si quiere vivir, y no solo vegetar lamentándose como a menudo, y sin cuestionar la profundidad de su intuiciones, asumió Cioran que nos restaba hacer ¿Será más osado y valiente el que toma la decisión de morir o seguir existiendo, o quien se deja existir por inercia?

Plural: 5 comentarios en “La inutilidad de la inocencia en Cioran (revisión del artículo publicado el 8-12-2018)”

  1. Ana leyendo esta entrada he sentido miedo. Supongo que perdí la inocencia hace más tiempo de lo que recordaba y me he visuslizado parada frente a un espejo de mayor, sintiendo que no he vivido lo suficiente…

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