Hemos ido caminando por una ladera agreste y escarpada, ya que toda comprensión es perspectiva o «ladera» propia, y, desafiando a Sísifo, nos hemos mantenido estables en un cierto nivel de la subida, con retrocesos y avances, pero equilibrados. Con una carga pesada que yo llevaba en la espalda y tú aguantabas. Lastre más liviano
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Ayer durante la entrevista y presentación de mi última novela con Humberto Romano y Francisco Tomás González Cabañas, alguien de los presentes -no recuerdo quién- hizo referencia a Albert Camus y el Mito de Sísifo. Me resultó muy sugerente en el contexto del diálogo y finalicé mi intervención con una frase popularizada y adaptada para
Despunta el daño insistentemente infringido que la mente se ocasiona a sí misma. Una práctica interiorizada rebosante de culpa por una falta sin identificar, etérea. Ese océano de posibles motivos desborda cualquier posibilidad de redención, porque cuando se desconoce en qué se ha errado maliciosamente –el supuesto mal, aunque sea inconsciente, está presente, de lo
“No hay forma más dolorosa de sentir la irreversibilidad del tiempo que a través del remordimiento. Lo irreparable no es otra cosa que la interpretación moral de esa irreversibilidad. El mal nos desvela la sustancia demoníaca del tiempo; el bien, el potencial de eternidad del devenir. El mal es abandono; el bien, un cálculo inspirado.
Despunta el daño insistentemente infringido que la mente se ocasiona a sí misma. Una práctica interiorizada rebosante de culpa por un delito sin identificar. Ese océano de posibles motivos desborda cualquier posibilidad de redención, porque cuando se desconoce en qué se ha errado maliciosamente –sino ¿qué justifica la culpa?- se vaga a perpetuidad en el
Regresamos con tozudez, una y otra vez, al lugar gastado; indagando respuestas que nunca hallamos. Como mentes cuadriformes reseguimos los procesos del fracaso, tal vez con la creencia de que siempre erramos. Alternativamente, podríamos dudar de un procedimiento automatizado, modificar un ápice la perspectiva, flexibilizar la mente adoptando una forma ovalada –si tan necesario es
El pesimismo no es el resultado de una pasividad carente de coraje, sino la actitud de quien, como Sísifo, descubre la inutilidad de su empeño.
Mientras vamos viviendo, acaso sea por la inercia de una indecisión, se alza sobre nuestras cabezas la espada de Damocles, asida por la mano de Camus, esperando la respuesta sobre si vale o no la pena vivir. El pulso firme y paciente caduca, cuando pasado el tiempo y consumida la vida sea absurda cualquier respuesta.