
La prosa poética de Enric Vall nos transporta a lo largo de cien escritos breves, cuyo título es una sola palabra, por un maremágnum de inquietudes, incertidumbres que, a mi juicio, desembocan en una escasa certeza, intuida pero inefable.
El diálogo con un Dios interiorizado que se manifiesta en crisis, preocupación por la muerte y las pérdidas, pero también la convicción de que más allá de lo corpóreo hay alma “La muerte hace presa del cuerpo, pero no de la vida” (pg. 13) porque es a través de lo inmaterial que sigue habiendo presencia del ausente. La vida pues, presentada entre palabras que nunca logran decir lo que se siente, como un camino ascendente y descendiente en el que parece estar presente el destino: ese ser lo que hay que ser, huyendo de la apariencia, y no cesando a pesar del titubeo inevitable en esa búsqueda de la verdad.
Esta zozobra universal que nos lleva a vagabundear como míseros, carentes de identidad, y que nos impele a rebuscar entre las sombras, el origen, la vida, el amor, las decisiones y todo cuanto apareciendo incesantemente en la existencia nos sitúa en el caos, nos llevar a la tentación de rendirnos, a ansiar libertad. Mas nunca, a perder ese rastro de esperanza que sobrevuela todo el texto en conjunto de Vall: “El viaje continúa y el destino se está revelando” (pg. 158).
La obra constituye un entrelazado de palabras que llevan al lector por ese ascenso a la cima del conocimiento de un mismo, de la verdad. Una escalada escarpada, en la que, a la mitad del libro, en el capítulo o la palabra 50, titulada “Réquiem”, el autor demanda un descanso tras semejante esfuerzo, para proseguir ese camino que parece estar trazado “Todo está donde tiene que estar cuando uno es consciente de ello” (pg. 92).
Este punto de inflexión no es sino un coger aire y respirar para continuar la singladura por ese desafío desasosegante que es vivir buscando la verdad para ser uno mismo. Pero, como ya he apuntado, no hay nitidez absoluta o claridad. Asevera Vall que: “Ahora que veo ante mí la verdad…no podría clasificarla, documentarla, analizarla, explicarla/ No es nada que haya visto en mi vida, aunque siempre la he tenido cerca”. (pg. 163)
Y es que la lectura de la obra es un ir sintiendo o resintiendo quizás trazos vislumbrados de los cuales no podemos decir nada, porque “podemos expandir más la idea o podemos profundizar más en su interior/ Y nunca encontraremos sus límites” (pg.182)
En resumen, “Unas cien palabras” es una obra que excava las profundidades del ser humano y topando, por ende, con la imposibilidad de medir cuán profundo se puede descender, con el objetivo siempre de ascender y definir esos rasgos problemáticos de la existencia que son, a la postre, los que pueden darle sentido y sentirnos tranquilos, con la convicción de ser nosotros mismos.
Enric Vall es alguien que no serpentea por superficialidades que nos entretengan. Su propósito parece ser invitarnos a estar despiertos -como narra en alguno de los capítulos- para vivir, sean cuales sean las consecuencias -vuelven a ser palabras de Vall- en la verdad, o lo más próximos a ella que sepamos.
Este análisis puede ser tachado, de alguna manera, de distorsión buscada. Y esto, porque los mensajes que el autor va dispersando a lo largo de la obra no se encuadran en una narrativa expuesta según un orden aparente. Sin embargo, se intuye la presencia de un cierto ordenamiento geométrico cuando Vall hace una sutil referencia a los cinco postulados euclidianos y al numero π, tal vez para transmitir la proporción como esqueleto de la existencia que no podemos observar en apariencia, pero sí hincando la mente en las entrañas de todo cuanto hay y somos.
No es pues un texto banal, ni por supuesto de lectura huera, por lo que animaría a quienes desean adentrarse en cuestiones esenciales a enfrentarse con estas cien palabras que nos ofrece Vall. Cabe decir que este desafío tiene su continuidad en “Unas cien palabras más” Terra Ignota ediciones, 2020 de la que hablaré más adelante.
Para finalizar recopilo tres expresiones latinas que están presentes en la obra y son transversales a ella:
Carpe diem (vive el presente) Temet Nosce (conócete a ti mismo) y Amor Omnia Vincit (el amor todo lo puede)