Las redes sociales son por su uso inherentemente antagónicas. Algunos parecen utilizarlas para ser quienes desearían ser, y olvidar, durante un tiempo, que queda inscrito como actual, quiénes son. Otros, simplemente, exponen, expresan y muestran lo que ya son, que en la medida en la que lo han aceptado se muestran grandiosos. Los primeros necesitan demostrar continuamente lo que “saben” o se creen que “saben”, desmereciendo a otros, sin preguntarse tan siquiera si los errados, no serán ellos. Escupen sentencias dogmáticas amparándose en manuales, ni tan siquiera en la referencia bibliográfica oportuna del pensador del que se habla.
Algo similar ocurre, en el ámbito de la Filosofía donde el prestigio académico parece elevar a quien por títulos lo posee, en un altar sagrado. Repelen especialmente los que considerándose defensores de los más dignos derechos pisotean, sin miramiento, el derecho de los otros a manifestar su interpretación o lectura de un autor. Respecto de las que, cabe decir que, la mayoría pueden resultar controvertidas. En cualquier caso, quien ama la Filosofía, lee, piensa, reflexiona, se esfuerza en entender y con suerte surge como una intuición: la percepción de haber aprehendido aquello que tal vez pretendía decir el autor. Y una vez captado, se religa con tu interior y de ahí pueden surgir nuevas intuiciones que constituyan una perspectiva, al menos sugerente y a considerar.
Leo y tras ese ejercicio, arduo a veces, escribo para entender lo leído y repensarlo, reformularlo y abrir perspectivas. No sé si lo consigo nunca, pero en eso estoy. No para competir ni lidiar con aquellos que no sé qué buscan, realmente. Seguiré, aunque cometa errores, haga lecturas sesgadas -como muchos- y pueda, sin saberlo, distanciarme del inaccesible propósito de los grandes filósofos. En este sentido, como mencionaba ayer Miquel Seguró, los epistolarios entre autores es una fuente imprescindible y valiosísima de investigación e intento de comprensión del pensamiento de aquellos filósofos o literatos que los han cultivado.
En definitiva, escribo para aprender y toda contribución amable y respetuosa en ese sentido, la agradezco enormemente. Pero los arrogantes, petulantes y paradójicamente a veces ignorantes, que se abstengan de dirigirse sin la consideración que todos merecemos.
Utilicemos las redes sociales para nutrirnos y enriquecernos unos a otros, no para saciar nuestros complejos.

Supongo que estas reflexiones son válidas para las relaciones sociales en general y no sólo para las redes sociales, por eso pueden extrapolarse al ámbito académico y en general a cualquier ámbito. Un gusto leer el texto, saludos!!
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y las redes sociales, son la nueva babel…mucho ruido, muchas voces, un laberinto digital que nos seduce
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Sugerente y enriquecedor, gracias Ana
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Las redes sociales son una posibilidad abierta para la comunicación. Lamentablemente, lo que más se ve es la superficialidad de la misma y la banalización de casi todo. Por tal motivo me parece que no hay que tomarlo con demasiada seriedad.
Un abrazo.
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Pues no, excepto cuando te dan un trato indigno, sin comerlo ni beberlo….en fin supongo que lo mejor es no responder…
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