Recupero un post de mayo del 2020 que me ha resonado estos días a partir de los trabajos en los que estoy inmersa
El escritor, al menos en ocasiones, necesita resentir momentos dolorosos que estimulen su creatividad; en otras la reflexión sobre determinados acontecimientos, por muy rigurosa que se presente racionalmente, recala sigilosamente por los poros hasta generar esa disquisición. Y es que la palabra acude a nosotros ante la urgencia de nombrar, para entender, que nos pasa y qué pasa. Por eso, el término griego Logos se usaba en un sentido amplio que oscilaba desde el decir racional de lo que hay, hasta la palabra con la que simbólicamente las cosas adquirían un significado, e incluso la ley natural que regulaba todo acontecer. Así: palabra-cosa-razón, no eran más que aspectos que destacaban, según el contexto, el decir sobre uno mismo y lo real; mas todo ello caía bajo el espectro del término Logos.
Así, la palabra no es la etiqueta de la cosa, si no el Logos mismo de la cosa -aunque…
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