Puesto que cada jornada es el día internacional de algún afer, o bien el día el día nacional —en México hoy se celebra el día de la conservación del medio ambiente y en España el día del maestro— estamos llamados diariamente a conmemorar o luchar contra algún asunto que nos haga ver el mundo por la mirilla de las particularidades. Dicho de otro modo, cada loco con su tema, como cantó Serrat o cada cual a lo suyo, que sin hallamos coincidencias comunes por las que movilizarnos los cimientos de las estructuras sociales, económicas y políticas pueden temblar. Entiéndase bien lo que pretendo expresar: hay causas que por su envergadura exigen que nos detengamos internacionalmente a repensar cómo afrontarlas, y que sean lo menos gravosas o incluso podamos erradicarlas auxiliando a las personas que las padecen; por ejemplo, la hambruna, la pobreza, …y habría otras, pero eludo la polémica en la inclusión de unas cuestiones y no otras, porque no es el meollo de la cuestión —me ha llamado la atención que existe un día internacional casi para cada enfermedad: el EPOC, cáncer de páncreas,…—
Esta estrategia de la UNESCO de dedicar internacionalmente cada día del año a una causa desconozco a qué se debe, pero me produce cierta grima al apercibirme de que equiparan todas las problemáticas, como si fuesen del mismo calibre, con las que deberían ser consideradas sustanciales, consiguiendo así que estas queden diluidas en una amalgama de conmemoraciones de diversa naturaleza y pasen a ser algo más —y aquí acude a mi mente Camilo Sesto, debo tener el día nostálgico—.
Pudiera ser que este calendario respondiese a las demandas de los distintos grupúsculos sociales y que la UNESCO intente satisfacer este interés para aparentar que ciertamente importan. Si así fuese, esto sería el reflejo de las sociedades en las que vivimos, que lejos quedan del pacto de Fuenteovejuna —el consabido todos a una— ya que como he mencionado anteriormente el lema implícito sería cada uno a la suya.
¿Por qué nuestras sociedades son parcial y egoístamente reivindicativas? Esto es propio de la modernidad, ese constructo cultural con el que nos referimos a la disolución de lo comunitario por la sociedad, lo cualitativo por lo cuantitativo, los ciudadanos por los individuos y la elevación del humano como medida de todas las cosas —como ya afirmó Protágoras tan criticado por relativista, y que se acabó realizando de forma universal en occidente con la muerte de Dios— El sujeto humano, aquel que discierne y actúa, se ha erigido en el referente, en cuanto su razón le permite establecer lo verdadero, lo legal y lo moral. Eso sí, nada es tan diáfano ni tan claro, ya que esa soberanía de lo humano permite las divergencias, las diversidades y las discrepancias, careciendo de criterios trascendentes que legitimen unas opciones en contra de las otras. Los valores absolutos se disuelven y los hombres pasan a ser diosecillos que se disputan la hegemonía, se toleran poco y recuerdan a veces a las rencillas de los dioses griegos, cuyo espectáculo según recoge la mitología no dista mucho en contenido de los que se dan hoy entre los dioses de carne y hueso. Estamos pues en lo que se da en nominar como postmodernidad y época nihilista.
Esta rápida y simplista descripción nos sirve para retomar la cuestión inicial: las sociedades son cúmulos de individuos disgregados que se asocian por interese particulares. ¿Por egoísmo? Bueno, probablemente porque el poder económico que impera sobre lo político y social estimula estos comportamientos que se ajustan para sostenerse y crecer. Hay conductas premiadas de formas sutiles y otras penalizadas. Esto contribuye a inocular en los individuos creencias y patrones sobre cómo ser y hacer para vivir lo mejor posible, es decir, sálvese quien pueda, y si ese soy yo, pues bingo.
Lo auténticamente peligroso para los poderes imperantes sería que los individuos tomaran conciencia de lo que acontece y modificaran sus patrones y creencias, porque eso tendría su manifestación en formas de asociación y cooperación que podrían poner en dificultades el sistema dominante.
Así, la educación, los medios de comunicación, las redes sociales, el trabajo y la vivienda, como medios de subsistencia básicos, son los instrumentos que los poderes utilizan para someternos sin que nos apercibamos de ello.
Eso sí, cada supuesto problema tiene dedicada una jornada que nos lleva a creer que aquel asunto importa, y nosotros nos lo tragamos o no, pero sentimos la impotencia de una estructura tan férrea que nos induce a creer que poco o nada podemos hacer.
En consecuencia, que en España se celebre hoy el día nacional del maestro que como hemos constatado empírica y sobradamente no importan más que como chivos expiatorios del fracaso educativo. ¡A celebrarlo!
Muy interesante y relevante este artículo. Nos hemos convertido en marionetas que deambulan por el mundo ,solotratando de satisfacer nuestras necesidades primarias prácticamente. Son muy pocos los que ven más allá de lo irreal.
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Gracias…si sirve de algo escribir ….
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Si sirve de algo escribir. Buen artículo Ana. Gracias
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Brutal y cristalino este artículo Ana, me ha parecido genial.
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Gracias!!!!
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